Son madres y todas supieron adaptarse a los escollos que la vida les planteó, reinventarse y transmitir sus aprendizajes a otras mujeres en pos de alcanzar una vida plena. En el Día Internacional de la Mujer, cómo una runner, una nutricionista y una profesora de yoga, se convirtieron en modelos a seguir
El Día Internacional de la Mujer, que se conmemora hoy en todo el mundo, recuerda a las 129 mujeres que murieron en un incendio en la fábrica Cotton, de Nueva York, en 1908, en el marco de una protesta en reclamo por las malas condiciones de trabajo que padecían. Además, pedían la reducción de la jornada laboral a diez horas por día y un salario igual al que percibían los hombres que hacían las mismas tareas que ellas.
Este 8 de marzo, 115 años después, y con los avances en la lucha de género y laboral alcanzados en todas partes del mundo, el tristemente célebre techo de cristal del que tanto se habla en el último tiempo da cuenta de que la igualdad está lejos de ser un hecho para la mayoría de las mujeres. En este contexto, algunas de ellas, supieron reinventarse y dar el “volantazo” a tiempo que sus vidas les pedían, y casi sin proponérselo, se convirtieron en modelos a seguir por muchas pares que buscan sentirse mejor.
En su día, Infobae quiso contar sus historias, que inspiran a explorar nuevos caminos para una salud y bienestar de cuerpo, mente y alma.
Correr para romper con un modelo de vida
Fabiana Hasbani tiene 57 años, y es madre de cuatro hijas. Como mujer nacida en una familia conservadora de origen judío, fue educada para acompañar a los varones. “En mi época las chicas íbamos a ver a nuestros novios hacer deporte; no era normal ver a las chicas practicando alguna disciplina”, comenzó a contar a este medio la mujer, que a los cuatro años había sufrido un accidente doméstico en el que perdió el 70% de la visión.
En aquel momento su madre se había negado a que le pusieran un ojo de vidrio, tal como era la indicación médica, y en su lugar le hicieron otra intervención para que no perdiera el globo ocular. El dato en apariencia de color será clave en la vida de Fabiana, de allí la mención en este punto de su relato.
En 1989 Fabiana se casó y se fue a vivir a Nueva York. Ya recibida de abogada, fue madre, y si bien trabajaba en el área de cobranzas a deudores en un banco, se dedicaba a tiempo completo a la crianza de sus hijas. Ir al gimnasio en la ciudad estadounidense “era carísimo” y Fabiana empezó a sentir que necesitaba salir de su casa. Así fue que empezó a correr, actividad que pronto se convirtió en su “gran escape”.
“Primero corrí siete minutos y sentí que me moría, y terminé corriendo 100 kilómetros en carreras de montaña -resumió cómo la actividad que eligió casi por descarte se convirtió en, como ella misma dice, su gran adicción-. Siendo mamá lo primero que me llevó fue desenchufarme, no escuchar el ‘mamá’ por un rato y no ser nada: ni esposa, ni madre, ser yo por un rato. Y una vez que le encontrás el gusto a eso no tiene vuelta atrás”.
Al momento de contar qué la llevó a sentir esa necesidad de correr y no dejar de hacerlo, resumió: “En el correr si no movés las piernas no avanzás; todo depende de tu cabeza y fuerza de voluntad; tenés la libertad para decidir ‘estoy cansada, paro o sigo’ o ‘cuando llego a esquina doblo o sigo derecho’. Sos la autora de cada decisión que tomás. Y otra cosa que genera ‘adicción’ es ver todo lo que podés llegar a hacer, y la satisfacción de ver que podés un poco más, sin llegar a tener que correr una carrera, ir poniéndose y superando pequeños objetivos es súper motivador. Me acuerdo que cuando no tenía tiempo llegaba media hora antes a buscar a las nenas al colegio, me cambiaba y corría, y esos 40 minutos que te sacan de la rutina y te hacen conectar con vos no tiene precio”.
Si bien Fabiana había encontrado el placer en correr, todavía no lo hacía con la rigurosidad que lo hizo después. El “click” (o el “crack”, en este caso) para convertir el running en un estilo de vida sucedió a sus 36 años, en diciembre de 2002, y a tres meses de dar a luz a su cuarta hija. “Nos habíamos ido de vacaciones a Uruguay. Llegué a la playa con las nenas e hice lo que toda madre: ponerles protector, gorros, acomodar la lona y juguetes para que jueguen, la sombrilla, etc. y cuando me dispuse a sentarme en una reposera a tomar sol sentí el sonido que me avisaba que se habían roto las costuras de mi malla y de mi reposera. Ese día fue tal la vergüenza que tuve frente a mi, volver a casa y verme al espejo y no poder creer en qué me había convertido, pero más allá de lo físico, lo que no podía perdonarme fue haberme olvidado de mí, no dejarme un rato para mi cuidado personal. Esa rotura de costuras fue más amplia que eso, fue romper con un modelo de vida que ya no iba más. Ese verano empecé a salir a correr todos los días y desde ahí no paré”.
Su empresa de bienestar y fitness como medio para ayudar a otras mujeres
En 2018 Fabiana fundó Empower Run Girls, empresa de grupos de running para mujeres que nunca corrieron y apuntan a prepararse para alguna carrera o bien, simplemente empoderarse desde el ejercicio físico. Tiene sedes en San Isidro, Vicente Lopez, Rosedal, Golf, facultad de Derecho, Parque Centenario, grupos a distancia y hoy lanza una plataforma de entrenamiento online para el público hispano de los Estados Unidos.
“Empower llegó como una necesidad de generar este espacio para las mujeres pero con otra finalidad: no todas quieren carreras, y el correr se asocia a la soledad, entrenamiento en solitario -contó-. Empower llegó para dar vuelta estos parámetros para hacerlo en equipo y ayudarse a motivarse”. Y tras contar que “muchas mujeres que recurren a sus grupos tienen sobrepeso, nunca corrieron, y ellas mismas se limitan porque ir a un grupo donde todos corren es difícil”, destacó: “Acá no existen los tiempos, lo que vale es el esfuerzo que cada uno hace para llegar, la medalla es haberle ganado a la pereza, al día laboral, el logro es con una misma y el objetivo es sostener el entrenamiento”.
- ¿Y tu ojo herido nunca fue un impedimento?
- El ojo se fue degenerando. Paradójicamente, corriendo nunca me lesioné, pero el ojo se me fue atrofiando. En el parto de mi cuarta hija, debido al esfuerzo, se me desprendió la retina. Luego se desprendió dos veces más y fui perdiendo la poca visión que tenía.
El año pasado no podía más del dolor, no podía mirar el sol. Me hicieron una evisceración ocular, una especie de vaciamiento ocular, y dado que como consecuencia de esto se reduce tamaño de globo ocular, a los 45 días se debe colocar una prótesis (como una lente de contacto que se pinta a mano y con hilos se hacen las venas y como en la cirugía dejan los músculos del ojo la prótesis se mueve y tiene un aspecto natural).
En ese momento lo único que pensaba era cuánto tiempo no iba a poder correr. A los 15 días una de mis hijas me dijo que no podía seguir así: lloraba todo el día, fue muy duro. Hasta que una vez colocada la prótesis el médico me autorizó a correr, con todo lo que eso significa para mí.
Ser nutricionista para luchar contra sus propios trastornos alimentarios
Laura Romano es licenciada en Nutrición, la autora del libro Las dietas tienen un final, los buenos hábitos duran para siempre, y la creadora del famoso método 80/20, que propone comer el 80% del tiempo de manera sana, cuidada y medida y el 20 restante darse gustos, disfrutar de comidas con amigos y reuniones sociales para lograr que los hábitos saludables sean sostenibles en el tiempo.
Pero Laura es mucho más que eso: es una mujer que, pese a que un test vocacional realizado en su Carmen de Areco natal le sugirió estudiar comunicación, la nutrición la atravesó en carne propia y marcó su destino, como ella misma contó en diálogo con Infobae. “En mis últimos años del colegio secundario me obsesioné con el cuerpo, las dietas y sin darme cuenta caí en un trastorno alimentario que me hizo perder momentos hermosos de esa etapa tan linda de la vida, pero que a su vez me dio la posibilidad de conocer el mundo de la nutrición y me incentivó a querer ayudar a otras personas que estuvieran atravesando por lo mismo”.
Luego de recibirse, en 2009 y con 23 años, hizo un posgrado en Obesidad y otro en Trastornos de la Conducta Alimentaria y a los 25 abrió un consultorio de nutrición y estética con una amiga en la ciudad de Luján. A los 28 ya había conocido a Matías -hoy su marido y padre de su hija Gaia, de tres años- y después de un tiempo de ir y venir se jugó por el amor, dejó el consultorio de Luján y se instaló en Buenos Aires para volver a empezar, con un público nuevo, en un lugar donde nadie la conocía, y en un lugar donde hacía de recepcionista, nutricionista y esteticista para las dos o tres pacientes que habían llegado a verla por recomendación de conocidos.
La vocación de comunicar y su entrada al mundo digital
En 2015 Laura tenía mucho tiempo libre y muchas ganas de dar a conocer todo lo que había aprendido. Fue así que se adentró en el mundo de Instagram, que recién estaba poniéndose de moda en Argentina y empezó a subir contenido (recetas, mitos de nutrición, análisis de productos, comparaciones entre light y no light, etc, algo que hoy es muy común pero que en ese momento nadie lo hacía).
Así fue que entre las personas que empezaron a conocerla, un día llegó a su consultorio Dalma Maradona, quien, humilde y generosa como quienes la conocen dicen que es, subió una foto con Laura, que literalmente le cambió la vida. “El primer día que Dalma subió una foto conmigo en el consultorio me sacaron diez turnos -recordó-. Una agenda que tenía tres pacientes por semana de repente pasó a tener diez turnos nuevos. Y de boca en boca, y de posteo en posteo fui llegando a más personas y fue creciendo mi comunidad de Instagram, que hoy cuenta más de un millón de seguidores”.
Laura nunca se corrió de su eje. “Mi contenido estaba cada vez más enfocado en lo que sabía que la gente necesitaba conocer: hablar de hábitos saludables para toda la vida y no de dietas locas insostenibles en el tiempo. Desmitificando productos y mostrando evidencia de todas las dietas de moda que parecen súper milagrosas pero que a largo plazo no funcionan. Y así fue cómo pasé de estar sola en un departamento mínimo haciendo todo yo, a mudarme dos veces en menos de un año a un consultorio cada vez más grande, tener recepcionistas, nutricionistas, y de a poco ir sumando otras especialidades para terminar de armar el equipo de trabajo de que es hoy Integral Nutrición, con atención online y presencial en el barrio de Palermo”.
Su faceta de empresaria
“En mi rol de nutricionista me era muy difícil encontrar productos para recomendar a mis pacientes para el desayuno y la merienda. Todo lo que existía en el mercado eran productos altos en azúcares, hechos con ingredientes que no se pueden ni pronunciar y con una tabla vacía de nutrientes”, comenzó a contar Laura sobre el nacimiento de Íntegra, su propia marca de alimentos saludables creados en su cocina de la mano de su comunidad y que hoy eligen los seleccionados de fútbol, las Leonas y cuenta con más de 28 productos que están presentes en más de 6.000 dietéticas en todo el país, además de hipermercados y reconocidas cadenas de cafetería.
Y continuó: “Decidí dejar de quejarme y ponerme a trabajar. Soñaba con el producto perfecto para recomendar. Me propuse hacer una barra de cereal nutricionalmente completa para poder compartirla con mi comunidad. Y cuando lo logré, mis propios seguidores me pidieron que la lance al mercado y me animé a hacerlo. Siempre digo que es una marca creada en comunidad porque fue la gente quien votó por Instagram desde el nombre de la marca, los sabores de los productos que fuimos lanzando ¡y hasta los diseños del packaging!”.
Sobre el final hizo mención a un hecho en su vida que “para muchos puede ser algo tonto”, pero para Laura fue otro hito en su carrera: “Fui invitada a La Mesa de Mirtha, con Juana y eso fue muy importante para mí, no sólo por la cantidad de personas que se sumaron a mi comunidad de Instagram y que conocieron mi marca, mi consultorio, mi libro y mis cursos, sino también como un logro personal, lo viví como un ‘mamá, llegué!’”.
El yoga como sanación: “Nadie lo notaba, pero mi alma no daba más”
Natalia Latorre es profesora de yoga, tiene 47 años y dos hijos que ama profundamente: Nicole, de 27 años, que acaba de recibirse de profesora de yoga y Blas, de 24 años, que es abogado. Está de novia, y su pareja tiene tres hijos a los que siente suyos también.
“Amo mi vida tal cual es hoy, a mis amigas que me acompañaron en mi transformación personal y compartir con mis alumnos/alumnas me ayuda a expandirme desde el amor”, aseguró la mujer en diálogo con este medio. Pero su vida no fue siempre así. Natalia, como muchas, debió romperse y recoger sus pedazos para ser la mujer que es hoy y de la que se siente orgullosa.
- ¿Cómo llegaste al mundo del yoga?
- Los 30 fueron una década oscura para mí. Llena de dolor, malas decisiones, victimización por la historia dura de vida que tuve y excesos de todo tipo. El sufrimiento y la desconexión era lo natural en esos tiempos.
Un día, en un cumpleaños, me encontré con una profesora de yoga. Yo estaba en un día horrible por dentro aunque por fuera estaba impecable y nadie lo notaba, toda era una cáscara, pero mi alma no daba más. En un momento dado, esta profesora llamada Cecilia, que hoy es una gran amiga, me agarró de la mano, me miró a los ojos y me preguntó: “¿estás bien?”. Automáticamente me quebré en llanto. Ella me agarró más fuerte y me dijo: “Quédate conmigo. Ya está, ya pasó…”.
Luego, le pregunté si podía empezar a tomar clases particulares y durante dos años fue mi guía y mi maestra. Gracias a ella seguí en este camino, hice varias formaciones y seguí atravesando el yoga en mi cuerpo. Lo más importante, sin dudas, es que cambió mi vida y abrió mi corazón.
Natalia hasta ese momento se desempeñaba en el mundo de la moda y el arte y fue a sus casi 40 años que emprendió esta búsqueda de sanación personal.
“La moda y el arte siempre van a ser parte de mi vida, pero sentía que iba por otro lado, yo sabía que quería ayudar a otros, hice asesoría de imagen durante un tiempo y ahí me di cuenta que el vacío que las mujeres creían que podían llenar con un cambio de imagen, las dejaba tan vacías como antes. En esos años incluso estudié psicología, para entender mejor cómo se construye la autoestima -resumió sobre su vida “anterior”-. Estar vinculada con el mundo del arte, poder pintar y vender estuvo bueno, pero no me alcanzaba. Lo más loco es que en esa época ‘oscura’, mi intuición me llevaba a pintar muchos Budas. Creo que mi alma sabía que la vida tenía un hermoso camino preparado para mí”.
En su cuenta de Instagram, que suma más de 25.000 seguidores, Natalia habla hoy de desapego, autosanación, gratitud y amor propio entre otros tópicos. Y consultada acerca de cuánto de su camino personal hay en esos textos, confió: “Lo que comparto en redes está en un cien por ciento atravesado por mi alma y mi corazón. Siento que compartir temas como el desapego, el amor propio y otras cuestiones del alma es tirar semillas de amor en todas las direcciones. Siempre alguna va a prender. Mi intención es ayudar a despertar corazones dormidos. Cuando me llega un mensaje de un alumno o un seguidor que me agradece por compartir mi contenido, juro que me resulta emocionante”.
- ¿Todos podemos hacer yoga? ¿A cualquier edad?
- Yoga ES para todo el mundo y todas las edades. Incluso puede practicar una persona cuyo cuerpo no responde y está acostada en una cama, porque en su definición Yoga significa “unión”. Unir nuestras partes fragmentadas: mente, cuerpo y alma a través de la respiración. Es una práctica mágica y transformadora.
Deberían enseñar yoga a los niños/as desde el jardín de infantes en todas las escuelas. Sería grandioso
- En virtud de tu experiencia, ¿cuál sentís que es hoy el mensaje más importante que tenés para transmitir?
- Que aprovechen esta encarnación para sanar memorias dolorosas, a mamá, papá y a la niño/a herido/a. Que entiendan desde el corazón que somos responsables de nuestras experiencias. Que quien cambia sus pensamientos, cambia su mundo. Y que se abran a pedir ayuda arriba: a los ángeles, arcángeles, maestros, seres de luz y personas que amamos que ya no están en este plano y hoy son nuestros guías. Ellos nos acompañan y guían. Que vivan una vida basada en el amor y compartan lo bueno. Para arriba y para adelante siempre, porque no hay tiempo que perder.
Sobre su presente, otra vez, Natalia aseguró que dar clases de yoga la ayuda “a acompañar a sanar a otros y a seguir con la autosanación”. “Nada es casualidad, contamos con el poder de atracción y manifestación que nos fue dado junto con la vida y les puedo asegurar que si con respeto y humildad hacemos uso de ese poder accedemos a tener la vida que soñamos y merecemos”, sostuvo, para luego concluir: “Gurú significa ‘el que sale de la oscuridad y va a la luz’, y yo suelo decir que cada uno es su propio gurú y que no hay nada ni nadie afuera que nos salve; todo está adentro. La paz, la calma, el amor propio, la voluntad todo está en nosotros, sólo necesitamos cerrar los ojos y respirar”.
Fuente: Infobae