En Bélgica se obligará a poner medidores de aire en los bares. En Estados Unidos, se han emitido directrices para considerar la ventilación. Qué sugieren los científicos para contar con ambiente sano
Como el virus de la gripe, el coronavirus que causa el COVID se transmite principalmente por el aire. Si una persona está infectada (con o sin síntomas) puede transmitir el virus al exhalar, toser, estornudar, hablar, gritar o cantar. Por esto, es importante reducir el uso de los espacios cerrados o usar la ventilación cruzada y permanente como una manera de contar con un amiente interior saludable.
Para prevenir la transmisión de los virus, la ventilación ha pasado a estar más en la mirada de los constructores de edificios hasta gobernantes y legisladores del mundo
En julio próximo, en Bélgica entrará en vigor una ley que obliga a los locales públicos, como los bares, a cumplir con objetivos de calidad del aire y a mostrar mediciones en tiempo real.
Las personas tendrán acceso a la información sobre cuáles son las concentraciones de dióxido de carbono, un indicador de la cantidad de aire limpio que entra en los bares.
Más adelante, en 2025, los gimnasios, restaurantes y espacios de trabajo interiores de Bélgica también deberán mostrar la clasificación de la calidad del aire mediante un sistema de certificación. En caso de una futura pandemia, el sistema de clasificación belga podría determinar el cierre o no de un local.
La ley fue promulgada en julio del año pasado y es la más audaz de una serie de medidas que los países han adoptado para hacer más seguros los espacios interiores frente a enfermedades infecciosas como el COVID y la gripe.
También en marzo del año pasado el gobierno de los Estados Unidos puso en marcha el Desafío del Aire Limpio en los Edificios para animar a los propietarios y operadores de edificios a mejorar su ventilación y la calidad del aire interior.
En octubre del año pasado, el estado de California aprobó una ley que obliga a todos los edificios escolares a garantizar un aire interior limpio. Y en diciembre, la Casa Blanca anunció que todos los edificios federales -unos 1.500 en total- cumplirían unos requisitos mínimos de seguridad del aire.
También la Sociedad Americana de Ingenieros de Calefacción, Refrigeración y Aire Acondicionado (ASHRAE) -un organismo del sector de la construcción cuyas recomendaciones se adoptan como ley a través de los códigos de construcción locales en Estados Unidos y otros países- anunció que elaboraría normas que tuvieran en cuenta el riesgo de infección para junio de 2023.
En tanto, en el Reino Unido, los principales organismos de ingeniería publicaron un informe, encargado por el gobierno, en el que se pedía una normativa obligatoria sobre aire limpio para que los edificios sean seguros durante toda su vida útil. Otros países también están tomando medidas, como la instalación de monitores de calidad del aire en las aulas.
La Argentina fue el primer país en América Latina que armó una campaña pública para concientizar sobre la importancia del monitoreo del dióxido de carbono en los espacios cerrados y la ventilación. Se llama Ventilar y está aún disponible en la web del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Desde la Universidad Nacional de Hurlingham, se organizó la producción de monitores y se transfirió el conocimiento a otras universidades públicas.
También se fabricaron kits para armar monitores y se distribuyeron en la Red de Clubes de Ciencia del país. La provincia de Buenos Aires elaboró un protocolo sobre ventilación y medición de dióxido de carbono en las escuelas, se enviaron 33.000 medidores y se acompañó con video y material didáctico para ser usado en las aulas. Aunque no todos los usan ahora.
“Si bien se avanzó mucho en la concientización para prevenir la transmisión de infecciones y en la producción y el uso de medidores de dióxido de carbono en la Argentina, aún la regulación sobre la calidad del aire interior es un desafío”, dijo a Infobae el doctor en física Jorge Aliaga, que fue uno de los impulsores de la campaña Ventilar junto con las científicas del Conicet Sandra Cordo y Andrea Pineda Rojas.
Para la doctora Lidia Morawska, científica especializada en aerosoles de la Universidad Tecnológica de Queensland, en Brisbane, Australia, “nunca en la historia se ha actuado tanto sobre la calidad del aire interior”. Pero advirtió que quedan por delante grandes retos, sobre todo para las escuelas, edificios de oficinas y otros recintos públicos.
Según los expertos en la materia, equiparlos con la tecnología necesaria para producir aire limpio a niveles suficientes será una empresa inmensa y costosa. Pero los beneficios compensarían los costos. Según una estimación, los brotes de gripe pandémica y estacional cuestan al Reino Unido una media de 27.000 millones de dólares al año. Ese país podría ahorrar más de 206.000 millones de dólares en un período de 60 años mejorando la ventilación de los edificios, según informó la revista Nature.
Los investigadores siguen trabajando para determinar cuál es la mejor manera de ventilar los espacios interiores para evitar la propagación de infecciones y qué tecnologías alternativas podrían sustituir o mejorar los sistemas de ventilación mecánica. Pero muchos afirman que ya se sabe lo suficiente para empezar a exigir espacios interiores más seguros.
Según el doctor Joseph Allen, higienista de edificios de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard, en Boston, Estados Unidos, “no se puede decir a la gente que introduzca más aire del exterior sin responder cuánto”. En junio de 2020, él y sus colegas recomendaron que las escuelas que quisieran reabrir sus puertas tras un confinamiento deberían realizar entre cuatro y seis cambios de aire por hora en sus aulas, cambios en los que se sustituye todo el volumen de aire de la habitación. Esto equivale a una tasa de ventilación de entre 10 y 14 litros por segundo y persona.
Sin embargo, la mayoría de las escuelas conseguían mucho menos que eso. Un estudio de las aulas de California, por ejemplo, reveló que la mayoría no alcanzaba ese nivel de ventilación. La OMS publicó sus propias directrices en marzo de 2021, recomendando una tasa de ventilación de 10 litros por segundo por persona fuera de los entornos sanitarios.
Sin embargo, las autoridades sanitarias rara vez tenían en cuenta la ventilación cuando investigaban brotes importantes de COVID. Yuguo Li, ingeniero mecánico de la Universidad de Hong Kong, calculó que menos de diez investigaciones midieron los índices de ventilación en los lugares donde se produjeron brotes, porque la transmisión aérea no estaba en el radar de la gente.
En su lugar, los investigadores intentaron obtener pistas mediante estudios observacionales. Morawska participó en uno que analizó 10.000 aulas escolares en la región italiana de Las Marcas. En las 316 aulas que disponían de ventilación mecánica con tasas de 1,4-14 litros por segundo por persona, el riesgo de infección de los alumnos se redujo en al menos un 74% durante un período de 4 meses a finales de 2021, en comparación con el de los alumnos de las aulas que dependían de las ventanas para la ventilación.
El pasado noviembre, el Grupo de Trabajo sobre Trabajo Seguro, Escuela Segura y Viaje Seguro de la Comisión COVID-19 de The Lancet, presidida por el doctor Allen, publicó pautas concretas sobre los índices de suministro de aire limpio -mediante ventilación, filtración de aire u otros medios- para reducir las infecciones transmitidas por el aire. Para lograr lo que el informe describe como la “mejor” calidad del aire, recomienda más de 6 cambios de aire por hora, o 14 litros por segundo por persona.
Para la doctora, Morawska los monitores de dióxido de carbono deberían generalizarse como herramienta barata y de fácil acceso que podría instalarse en todos los espacios interiores, al igual que los detectores de humo.
Sin embargo, no basta con mostrar las lecturas de dióxido de carbono: los ocupantes de las habitaciones tienen la responsabilidad de controlar la calidad del aire y decidir qué hacer si las lecturas son elevadas.
El año pasado, Morawska y su colega Wei Huang, de la Universidad de Pekín, revisaron las leyes sobre calidad del aire de más de 100 países. Sólo 12 contaban con normas nacionales sobre la calidad del aire interior que especificaran umbrales máximos de contaminantes. Y sólo 8 de ellos -entre ellos China, Corea del Sur, India, Polonia y Hungría- fijaban límites para la concentración de CO2, la mayoría entre 800 y 1.000 p.p.m.10.
Fuente: Infobae