La nulidad matrimonial será rápida y gratuita, o sea, todo lo contrario que hasta ahora. La reforma del proceso canónico puesta en marcha por el papa Francisco, mediante la publicación de dosmotu proprio o decretos papales –uno para el código latino y otro para el oriental–, se justifican, según palabras de Jorge Mario Bergoglio, en “la presión reformista de un enorme número de fieles” que se estaba alejando de “las estructuras jurídicas de la Iglesia a causa de la distancia física y moral”.
El texto de los decretos papales, presentado en el Vaticano por algunos de los expertos elegidos por el Papa para ejecutar su reforma, establece que la declaración de nulidad sea posible después de “una sola sentencia” –en vez de dos como hasta ahora–, firmada por “un juez único bajo la responsabilidad del obispo” y como consecuencia de “un proceso más breve”, sobre todo en los casos, advierte Francisco, “en los casos en los que la nulidad del matrimonio sea más evidente”.
Sobre el coste económico de la nulidad, el Papa no deja lugar a dudas. Dice que “la gratuidad del procedimiento tiene que ser asegurada, porque la Iglesia, mostrándose ante los fieles madre generosa, en una materia tan estrechamente ligada a la salvación de las almas, manifieste el amor gratuito de Cristo”. Hace 10 meses, a principios de octubre de 2014, el papa Francisco criticó con dureza el sistema de nulidad matrimonial que aplica la Iglesia, llegándolo a definir como largo, pesado, caro y, en algunas ocasiones, corrupto. “La Iglesia”, adelantó el Papa entonces, “tiene que tener generosidad para hacer justicia gratuitamente”.
La reforma, además de la sentencia única y del juez único –medidas que ya de por sí simplifican el proceso–, establece una mayor implicación de los obispos. En primer lugar, para que se encargue de juzgar los casos más evidentes y por tanto más breves. Y, además, para que “tanto en las grandes como en las pequeñas diócesis ofrezca un signo de la conversión de las estructuras eclesiásticas, y no delegue completamente a la administración de la curia la función judicial en materia matrimonial”. Esto es, el Papa quiere que los obispos se conviertan en cómplices de su papado y bajen del palacio arzobispal a enfrentarse con los problemas reales de la gente.