La enfermedad, en sus tipos Hodgkin y no-Hodgkin, produce 200 mil muertes al año y es el cáncer con más incidencia en jóvenes. Cuáles son las claves para reconocerlo.
El linfoma es la forma más común de cáncer de sangre, un tipo de neoplasia hematológica que se manifiesta en órganos del sistema linfático.
Los hay de dos grandes categorías: de Hodgkin y no-Hodgkin,que es la forma más frecuente ya que afecta a cuatro de cada cinco pacientes. Junto con la leucemia y el mieloma, el linfoma representan la quinta causa de muerte por cáncer en el mundo: 200 mil muertes al año. Por otro lado, es el tipo de cáncer con más incidencia en jóvenes y la tercera causa de fallecimiento por cáncer en niños. Cada 90 segundos una persona recibe el diagnóstico.
Conocer los síntomas colaborará con la detección temprana de la enfermedad. De acuerdo a las investigaciones los pacientes que se detectan en un estadio temprano tienen 70% de probabilidad de supervivencia a 5 años, en comparación con 58% de los pacientes en estadio avanzado.
Sin embargo, según la última encuesta de la Red Mundial de Grupos de Pacientes con Linfoma “Lymphoma Coalition“, de la que participaron 69 países incluida Argentina, reveló que apenas 18% de los argentinos y 27% de los pacientes del mundo sabía de qué se trataba la enfermedad antes de recibir el diagnóstico. Además, sólo uno de cada cinco pacientes había sospechado la enfermedad antes del diagnóstico.
Haydée González, presidente de Linfomas Argentina, numeró los síntomas más comunes: “El aumento de tamaño de un ganglio o grupo ganglionar que no corresponde a una infección: los lugares más comunes donde pueden detectarse estos ganglios son la axila, la ingle y el cuello, la sudoración nocturna, tos o disnea, mucho cansancio, pérdida de peso y en algunos casos prurito o picazón en todo el cuerpo”.
Durante las últimas décadas se produjeron grandes avances debido al mejor entendimiento de la fisiopatología de la enfermedad. La biotecnología, por ejemplo, permitió desarrollar terapias dirigidas que atacan de manera selectivamente a las células tumorales y otras que interfieren en el mecanismo de desarrollo del mal.
“Somos testigos de un cambio rotundo en los tratamientos con drogas de blanco molecular que no sólo tienen mejores resultados sino que no tienen ninguno de los efectos adversos de la quimioterapia. Probablemente en un futuro cercano tengamos disponibles de novedosos tratamientos con mínimas complicaciones que además de curar a más pacientes les ocasionen menos complicaciones relacionadas al tratamiento”, explicó Virginia Prates, coordinadora de Oncohematología y subjefa de la Unidad de Trasplante de Médula del Hospital Italiano de La Plata.