Un estudio de la Universidad Rutgers, de Nueva Jersey, reveló que las comidas que caen al suelo se contaminan pese a que se levanten rápido. Un especialista rechazó tales resultados y reavivó el debate
¿Comer o no comer una vez que se cayó al piso? La pregunta continúa siendo motivo de discusión
La pregunta siempre desveló a la medicina. Jamás se encontró un punto de acuerdo en torno al interrogante. Un alimento que, por descuido, se cae al suelo, ¿se puede comer? ¿Cuáles son los potenciales riesgos de ingerir una comida infectada por bacterias? Desde un lado, advierten de los peligros que implicaría. Desde el otro, aseguran que existen muchas otras vías de contaminación más importantes que no se consideran. El debate está planteado.
Hace pocos días, un nuevo estudio quiso verificar el mito de la regla de 5 segundos. La hipótesis señalaba que si se tomaba del piso rápidamente un alimento, no existía un riesgo de contaminación. Por eso, el microbiólogo Donald Schaffner, junto a un equipo de la Universidad Rutgers de Nueva Jersey, realizó un experimento para probar la validez de la difundida presunción.
Los resultados -publicados en la revista especializada Applied and Environmental Microbiology– fueron contundentes: “La contaminación con bacterias se puede producir de manera instantánea”, enfatizó Schaffner. Sin embargo, en el análisis pormenorizado de las 2.560 mediciones efectuadas con distintas combinaciones, arrojó que la sandía fue la que mayor contaminación registró en comparación a los otros alimentos.
“La humedad es lo que más afecta en la transferencia de bacterias desde las superficies hacia la comida. Las bacterias no tienen piernas y se mueven con la humedad por lo que cuanto más húmeda está la comida mayor es el riesgo de contaminación que corre”, explicó el líder de la investigación en alusión a la sandía.
A su vez, el profesor Schaffner agregó que el tipo de suelo juega un papel vital en la transferencia de bacterias hacia los alimentos. Las más “peligrosas” demostraron ser los suelos de baldosas y de acero inoxidable, mientras que las alfombras, al parecer, son los pisos que menos contribuyen a la contaminación de la comida.
¿Qué dice la otra campana?
Aaron Carroll, profesor de pediatría de la Escuela de Medicina de la Universidad de Indiana y coautor de un libro sobre mitos en la medicina, refutó el estudio de Schaffner en un artículo reciente en The New York Times. El especialista brindó una razón tan clara como evidente: “Aunque sé que las bacterias pueden acumularse en menos de cinco segundos, todavía estoy dispuesto a comer alimentos que cayeron en el piso de mi cocina. ¿Por qué? Debido a que el piso de mi cocina no está realmente sucio”.
De acuerdo a su mirada, la mayor preocupación -en términos de contaminación- no debería pasar por la cantidad de bacterias que habitan en el piso de la cocina ya que en otros sitios del hogar se produce una acumulación superior. Ya en 1998, el profesor de microbiología Charles Gerba había comandado numerosos estudios que reflejaban esta problemática.
Como parte de la investigación, midieron varios sitios de la casa antes de la limpieza. La conclusión fue que, por ejemplo, la manija de la heladera era el doble de susceptible de albergar bacterias que el piso de la cocina. “Pasamos tanto tiempo en preocuparnos por la comida que se recoge del suelo y descuidamos por completo no tocar la heladera y, de ese modo, trasladar las bacterias al alimento”, opinó Carroll.
A su vez, el profesor de pediatría remarcó que la mayoría de los sistemas inmunológicos son bastante resistentes y, que sin darse cuenta, cualquier persona estuvo en contacto durante un tiempo prolongado con elementos contaminantes sin sufrir por eso problemas de salud. “Si se me cae la comida al suelo, todavía me lo como. Lo hago porque el daño que podría llegar desde el suelo no vale la pena mi preocupación en comparación con muchas, muchas otras cosas“, concluyó.