Argentina consiguió el pasaje a Rusia 2018 luego de mucha angustia, pero desde anoche soplan vientos de renovación y optimismo en el plantel: cómo seguirá el camino del combinado nacional hacia el Mundial.
“A partir de esto, el equipo va a cambiar. Va a crecer mucho. No es fácil jugar las Eliminatorias. Después de esto, el equipo va a salir muy reforzado”. La frase pertenece a Lionel Messi, instantes después de haber brindado una formidable actuación en la altura de Quito, con tres goles incluidos. Desde ahora, en la Selección puede haber un punto de inflexión.
Los bastardeados ciclos de Gerardo Martino, a quien los dirigentes le soltaron la mano justo después de la derrota en la final de la Copa América Centenario, y Edgardo Bauza, que tuvo la función de una suerte de entrenador interino, son parte del pasado. Con sufrimiento y de forma casi agónica, el equipo dirigido hoy por Jorge Sampaoli obtuvo el objetivo planteado a corto plazo, pero tendrá que modificar muchas cuestiones para soñar en grande en el Mundial.
Ya lo dijo Messi: “Fue complicado. Hubo cambios de técnicos. Siempre es difícil volver a empezar de cero”. Pero esta vez, el plantel gozará de la tranquilidad de tener su boleto para la Copa del Mundo del año próximo en sus manos. La planificación será responsabilidad de un Sampaoli que experimentó a pesar de no tener mucho margen de error y lo cierto es que ya podrá sacar conclusiones después de sus tres convocatorias. El mes previo al debut en Rusia 2018 será vital para inculcarles el plan que tiene a sus dirigidos.
El DT nacional citó a 42 futbolistas en lo que lleva transcurrido su ciclo y seguramente de entre estos nombres, salvo alguna excepción, salgan los 23 que representarán a Argentina en la cita mundialista de 2018. Cuatro arqueros, trece defensores, diecisiete mediocampistas y ocho delanteros. Existe un caso particular: Ramiro Funes Mori, quien es considerado por el cuerpo técnico pero no pudo entrar en acción por lesión.
Pulir su esquema predilecto, con línea de tres en el fondo, y convencer a los jugadores de su idea será también trabajo del estratega santafesino, que ingresó en etapa de preparación a partir de hoy y tendrá que corregir errores respecto a su última -y única- experiencia al frente de un equipo en un Mundial (fue eliminado con Chile en octavos de final ante el anfitrión Brasil, en 2014).
El alivio que generó la victoria en Ecuador y la posterior clasificación despertó un viento de cambio. Así lo reflejó el subcapitán Javier Mascherano con sus declaraciones: “Argentina tiene que cambiar, no solo por esta generación, sino por lo que viene. Si se sigue de esta manera va a ser muy difícil”. El “de esta manera” claramente fue dirigido a los desmanejos dirigenciales y la falta de reconocimiento que sufre la generación de futbolistas a la que pertenece.
Inmediatamente después de ganar 3-1 en Quito, la actitud se modificó. Daniel Angelici, dirigente que formó parte del contingente y que había anticipado que la continuidad de Sampaoli estaba garantizada, confió que hubo una reunión dentro del vestuario en la cual los propios jugadores decidieron levantar la veda con la prensa. Los cánticos contra el periodismo fueron un desahogo, pero de ahora en más la cúpula de la AFA intentará que las labores de ambas partes se desarrollen con armonía.
Otra de las declaraciones que resonaron en los pasillos del estadio Olímpico Atahualpa de Quito fue de Sampaoli: “Messi no le debe un Mundial a Argentina; el fútbol le debe un Mundial a Messi”. La ilusión de los argentinos y de gran parte del mundo del fútbol empezó a alimentarse desde anoche, otra vez. Está claro que al mejor futbolista del mundo habrá que rodearlo con piezas selectas. Quizás no las mejores, pero sí las adecuadas. Encontrar y ensamblar las mismas será otro desafío para el entrenador.
Restan menos de ocho meses para que se dé el puntapié inicial a Rusia 2018: el sueño albiceleste está en marcha. Quizás sea la última oportunidad para Messi y esta generación de futbolistas de redimirse con un título que se niega desde hace más de 30 años, después de tres enormes frustraciones.