“En nuestro país, según la encuesta de factores de riesgo, tenemos más del 55% de población con un estilo de vida sedentario. Esto quiere decir que no hacen lo mínimo que tienen que hacer, que son 30 minutos en al menos tres veces a la semana. Y cuando le preguntan por qué no lo hacen, la mayoría responde que no tiene tiempo o que no tiene interés o motivación, que es casi lo mismo: nadie tiene tiempo para hacer algo que no le gusta”.
Las palabras del coach ontológico Julián Rud en una charla TED que dio en 2015 comienzan a contar el origen de una iniciativa que junto a un grupo de instructores físicos comenzaron nueve años atrás. A mediados de 2010, ellos se reunieron empujados la necesidad de encontrar nuevos métodos para atraer a la gente a ejercitarse, entendiendo que la propuesta clásica de los gimnasios ya no genera arraigo en la gente.
Actualmente, “la gente que asiste a gimnasios o centros de actividad física es de alrededor del 7%”, apunta a Infobae el profesor de educación física Adrián Schiavello. Las razones son varias: diversión, desestrés, bajar (o mantener) de peso, desconformidad de estética. “Lo interesante es que si juntamos la gente que quiere divertirse con la que quiere desestresarse, el 65% quiere pasarlo bien. ¿Y cómo lo hacemos la mayoría? Difícil y aburrido”, redondeó Rud en la misma exposición.
En este contexto, el grupo de profesionales, encabezados por Rud y Schiavello, pensaron maneras fuera de lo convencional que seduzca a ese 93% reacio a practicar. Surgió así Active, un estilo desarrollado sobre la base del popular entrenamiento funcional que apunta desterrar la idea de que la actividad física representa o se emparenta con sufrir, padecer, sacrificarse, cambiando los ejercicios de músculos con aparatos por movimientos que se realizan cotidianamente (empujar, traer, rotar, saltar, correr) y la inclusión del “juego” como parte de la rutina.
“Se trata de un programa utiliza el cuerpo humano respetando las funciones que tiene y en relación a ello crea movimientos que permiten trabajar muchos grupos musculares, reduciendo así la cantidad de tiempo de entrenamiento en un gimnasio tradicional”, empieza Schiavello.
En el funcional se trabajan cuatro pilares de movimientos: tracción, empuje, cambio de centro de nivel de masa y rotación. En ese sentido, el experto hace hincapié en dos ejes: una rutina compacta, de 45 minutos, y el trabajo integral en lugar de los ejercicios músculo por músculo. “Después eso se apoya con sesiones de 20 minutos que llamamos exclusivas, que son clases cortas en las que se trabajan una parte específica del cuerpo, por ejemplo la zona media que refuerza la postura, el abdomen, los costados y los glúteos”, continúa.
Un aspecto saliente de la modalidad es que no se hace entrada en calor. “No usamos el formato tradicional de correr en un espacio y mover los brazos, sino que hacemos un juegoque genera que la persona deje todo de lado y se enfoque en la competitividad de la actividad”, explica Schiavello. De esta manera, se produce una activación neural, sube la temperatura corporal, aumenta la segregación sanguinea, se levanta las pulsaciones cardíacas y el sistema nervioso está despierto, activo y preparado.
La práctica con elementos (bandas de suspensión, pelotas) es adaptable a rangos etarios, géneros, o historial de entrenamiento. Se desarrolla en medio de un espacio “amigable”, con música y colores que llamen la atención y es dirigida por un entrenador que interactúa y motiva. Los ejercicios, solos y en pareja, fomentan vínculos y sociabilidad.
“Utilizamos una frase que resume lo que hacemos: entrenar es una excusa para divertirnos. Al hacerlo bajo una idea de que sea placentero para la otra persona porque hay estudios que dicen ir al gimnasio es monótono aburrido, dolor, muchas palabras que no relacionan con el placer, y nosotros intentamos que las personas encuentren puntos de placer en un lugar donde generalmente encuentra puntos donde se saturaba, se frustraba, le genera dolor, incomodidades“, sostiene el instructor.
Como parte del programa Active Funcional Training, ambos expertos dictaron cursos de formación en varios países de Latinoamérica (Ecuador, Perú, Chile, Uruguay). En Argentina hay nueve franquicias, con más de siete mil personas entrenando bajo este sistema. “Algo interesante es que de cada 10 personas que prueban la clase de cortesía que la termina, 8 se inscriben”, subraya Schiavello.
Y concluye: “La gente es lo más preciado que tenemos, no la marca, por eso está todo pensado para ellos. Que la gente pase a saludar al profe, al equipo, a veces sin ir a entrenar, es lo más gratificante que tenemos”.
Fuente: Infobae