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Los cerebros de los bebés son las “computadoras” más inteligentes que existen, según uno de los mayores expertos en neurociencia

Los cerebros de los bebés son las “computadoras” más inteligentes que existen, según uno de los mayores expertos en neurociencia

El neurocientífico francés Stanislas Dehaene visitó la Argentina y se explayó sobre fascinantes datos respecto al cerebro, los bebés, los procesos neuronales y cómo aprendemos. Según un estudio de la Universidad de Oxford, el conocimiento se almacena en diferentes circuitos cerebrales dependiendo de cómo lo adquirimos

Stanislas Dehaene, reconocido autor y neurocientífico cognitivo francés experto en el estudio de las bases cerebrales de las principales operaciones intelectuales humanas presentó en Buenos Aires su libro ¿Cómo aprendemos? El investigador explicó que “las neuronas cuentan con más de 10 mil puntos de contactos, y en un adulto promedio se producen 2 millones de neuronas por segundo, cifra que se duplica y hasta a veces cuadriplica en los bebés, ya que en ellos se presenta una sobreproducción y un aumento de la plasticidad- es decir el espacio libre que permite a las neuronas crecer- que hace posible que los más chicos aprendan a pasos agigantados, de manera tan rápida incorporen tantos conceptos”.

Uno de los principales conceptos que compartió con los presentes en el Centro Cultural de la Ciencia del Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología fue que “los niños desarrollan capacidades para expresarse en su vida desde el momento mismo en que nacen, en todo momento aprenden al experimentar”.

Los cerebros de los niños pequeños son las ‘computadoras’ más maravillosas e inteligentes que existen, no hay inteligencia artificial y/o algoritmos que puedan aprender de la forma en que los más pequeños lo hacen”, afirmó. En este sentido, agregó que “un ejemplo de esto es cuando los bebés tiran un objeto de una mesa una y otra vez, están observando qué es lo que sucede, y con este van completando un esquema mental de sus entornos, a través de la prueba y error”.

Según Dehaene “un bebé es un estadístico, que formula y proyecta hipótesis, las comprueba o las descarta y espera del mundo externo determinadas respuestas y estímulos, como así también se sorprende cuando aparecen sucesos no esperados o improbables para su estructura de experiencias aprehendidas”.

En otro pasaje de la charla, aseveró que cómo aprendemos los idiomas “es una de las preguntas más complejas en la neurociencia, aunque sabemos que en los niños este conocimiento se adquiere a partir de un circuito innato, preestablecido a partir de hipótesis previas y sesgos, y aprendido a partir de los miles de ejemplos que el entorno y contexto les va dando”. Asimismo aseguró: “Las vocales son aprendidas antes de los 6 meses mientras que las consonantes después de los 12 meses, se trata de una construcción que da ejemplo de la plasticidad que caracteriza a nuestro cerebro”.

Las vocales son aprendidas por los más chicos antes de los 6 meses mientras que las consonantes después de los 12 meses, se trata de una construcción que da ejemplo de la plasticidad que caracteriza a nuestro cerebro

Todos tenemos la misma arquitectura y estructura cerebral”, apuntó, al mismo tiempo que resaltó cuatro pilares del aprendizaje: “la atención, el compromiso activo, el buen feedback y la consolidación”, y aconsejó aprender a tocar instrumentos musicales y dormir la siesta ya que “tienen efectos fenomenales y favorecen a lograr una mejor concentración”.

Diego Golombek, reconocido investigador, científico y escritor argentino fue el encargado de presentar a Dehaene y profundizar sobre los contenidos del libro sumado a los conocimientos del presidente del Consejo Científico de Educación. En diálogo con Infobae, hizo un balance de la jornada: “La única forma de mejorar la educación es con evidencia, con pruebas y la ciencia está hecha para esto“.

Dentro de las neurociencias, quien está llevando adelante esta búsqueda de evidencia para mejorar el mundo educativo sin dudas es Stanlislas Dehaene, tanto desde su laboratorio, como más recientemente con un cargo de gestión, como presidente del Consejo Científico de Educación de su país, tenemos muchísimo que aprender de ambas cosas”, agregó.

Nuestros cerebros recuerdan en base a cómo aprendemos

Investigadores del Departamento de Psicología Experimental, del Wellcome Center for Integrative Neuroimaging (WIN) y del Departamento de Neurociencias Clínicas de Nuffield, de la Universidad de Oxford descubrieron que la actividad del cerebro en la memorización de la información depende de cómo se obtuvo durante el proceso de aprendizaje.

Para llegar a esta conclusión, utilizaron un escáner de resonancia magnética para observar los cambios en partes del cerebro asociados con el aprendizaje y las experiencias aprendidas, mientras que los voluntarios completaron tareas que involucraron una recompensa.

El estudio, publicado en la prestigiosa publicación médica Nature explica cómo los participantes concurrieron a dos convocatorias previas a la exploración para comparar sus asociaciones individuales entre las secuencias de estímulo y recompensa. Allí llegaron a la conclusión que los cambios observados en las vías neuronales de los participantes asociadas con el aprendizaje eran diferentes variando en base a cómo cada persona había aprendido la nueva habilidad.

“Esta investigación muestra que tenemos múltiples redes en el cerebro que nos ayudan a almacenar el conocimiento aprendido o las asociaciones, lo que significa que el daño a una parte del cerebro seguirá dejando mecanismos alternativos disponibles para el aprendizaje”, afirmó Miriam Klein-Flugge, investigadora a cargo del estudio, que pertenece al Departamento de Psicología Experimental de Oxford.

La investigadora sostuvo que “se sabe que los humanos pueden aprender de diferentes maneras. A veces aprendemos simplemente observando las relaciones en el mundo, como aprender el diseño de una nueva ciudad o las relaciones entre las personas”.

Según establecieron, otra forma de aprender es poniéndose metas particulares, como lo hacen los niños, que aprenden a jugar con juguetes por ensayo y error.

“También aprendimos que parte de este conocimiento es muy persistente, y el cerebro no lo olvida, incluso cuando se vuelve irrelevante, mientras que el conocimiento adquirido a través de mecanismos de aprendizaje alternativos es más flexible y puede cambiarse más fácilmente a nuevo conocimiento”.

Además de demostrar que el cerebro puede aprender de diferentes maneras y que estos múltiples mecanismos de aprendizaje dependen del esfuerzo concertado de múltiples redes cerebrales diferentes, el estudio reveló que las asociaciones de desaprendizaje pueden ser más fáciles cuando se adquirieron por observación en comparación con un objetivo de manera dirigida.

Miriam Klein-Flugge agregó: “Es bien sabido que es bueno para nuestros cerebros seguir aprendiendo cosas nuevas a lo largo de la vida, por lo que comprender las diferentes formas en que aprendemos y almacenamos el conocimiento podría ser beneficioso y ayudarnos a cada uno de nosotros. descubra qué forma de aprendizaje nos conviene más”.

Fuente: Infobae

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