65 mil personas fueron testigos de cruces entre artistas y shows para fundamentalistas: la segunda y última jornada del festival tuvo, además, a Babasónicos, Cazzu, Gardelitos, Caballeros de la Quema y Las Pelotas
“Qué pasó, esto es el Cosquín Trap”. En la previa, el festival más grande, más federal y con más historia del país soportó en sus redes sociales el hate de miles de seguidores indignados por la cantidad de artistas del rap que se filtraron en la grilla de su 20° aniversario.
Pero en plano de lo real 65 mil personas supieron de primera mano que, si había alguna mínima posibilidad de grieta, los artistas serían los primeros en sellarla. En compañía de su hijo Alejandro, Andrés Ciro le abrió el mic a Wos para una versión febril e intensa de “Pistolas”, clásico piojoso. Además, Gardelitos y Cazzu se cruzaron en sus respectivos shows: la reina del trap se puso una remera de la banda fundada por Korneta Suárez para cantar “Llamame” y, después, convidó a Eli Suárez y a su guitarra en “Penas y problemas”.
Más temprano, el recital de Wos había sido uno de los más populosos de la tarde del domingo: su potencia conectó con el paladar más rockero y el momento se volvió doblemente familiar, con una multitud de niños sobre los hombros de sus padres. Con el apoyo de su banda -Guillermo Salort (batería), Fran Azorai (teclados), Natasha Iurcovich (bajo) y Facundo Yalve (guitarra)-, el rapero mantuvo el fuego sagrado iniciado en “Luz Delito”, de adn ricotero, y continuado en “Canguro”, uno de los hits más cantados del festival.
También freestyleó sobre lo significativo del encuentro -“somos los nuevos y los de siempre / bailando rock para vencer a la muerte”-, y despuntó su perfil más melódico con “Terraza” y “Melón Vino”.
Conmovido por el pogo inquieto y el recibimiento ondulante de los trapos, Valentín Oliva encontró el pie ideal para saludar a la patria rockera: “Aguante Gardelitos, aguante La Vela… esto es para todos los giles que creen que no somos nadie”, desafió Wos antes de derramar “Púrpura”, la última.
Los más puristas, de un lado y de otro, tuvieron su recompensa en Duki y Ratones Paranoicos, quienes concentraron la mayor atención en las últimas horas del festival, ya en la jurisdicción del lunes.
“Y bailamos sin culpa, yo sé que en el fondo te gusta”, le cantó Duki en la cara a esa multitud tradicionalmente rockera que no tuvo problemas en romper caderas y rendirse ante su flow irresistible y su carisma magnético. Mauro Ezequiel Lombardo había salido a escena con un casco rugbier con el logo de Iron Maiden en la frente, sostenido por las bases de Orodembow para agitar “Rockstar” y subir el ánimo en la hora señalada.
A partir de allí, fue dosificando su energía para probarse sus distintos trajes: el romántico cannábico de “Te traje flores”, el pícaro desvergonzado de “Me gusta lo simple”, las manos en los hilos de “Hello Cotto”, el piloto en la autopista hacia el infierno de “Quavo”.
“¿Te gustaría ser el nuevo Duki de tu cuadra?”, preguntó un cascado y aguardentoso Iván Noble sacando del medio a Sid Vicious para corregir los versos de “Todos atrás y Dios de 9”. Fue durante el show de Los Caballeros de la Quema, también debutantes en Cosquín Rock, y la mención le da razón involuntaria al trapero cuando canta aquello de que “#ModoDiablo son Sex Pistols”.
“Disfruten de esta década que va a ser la de oro. Somos el futuro, ustedes son el futuro, los jóvenes lo somos”, auguró Duki e invitó a un último desahogo, primero con el hit absoluto de “Goteo” y luego invitando a Neo Pistea, Cazzu, Lucho SSJ y Obie Wanshot para el remix del himno del género “Tumbando el club”.
Después del trailer de “Rocanrol Cowboys”, un documental que trae al presente la intimidad de los primeros años de Ratones Paranoicos, la banda liderada por Juanse puso la cuota necesaria de rocanrol para terminar el festival como tenía que terminar. Una aparición fuerte y al medio, sin escatimar clásicos y quemando naves desde el comienzo, con un poker invencible: “Enlace”, “El centauro”, “El vampiro” y “Vicio”.
Entre los clásicos de nicho (“Ella está de mi lado”), zapadas hipnóticas (“La nave”) y rocanroles de bar (“Destruida roll”), transcurrieron con oficio hacia un final acorde su estatus de leyendas. “Viva el rocanrol, viva la Argentina”, cerró un sobrio Juanse.
“Qué suerte que justo los dos creamos en el rock and roll… sin siquiera saber de qué se trata”. Acá también se podría pensar en otra respuesta al fundamentalismo que marcó la agenda de los días previos al festival. Esta vez boca de Babasónicos y en los versos de “Teóricos”.
Envueltos en el agua salada de las nuevas olas, entre los shows de Neo Pistea, Ysy A y Cazzu, la banda liderada por Adrián Dárgelos volvió a ser coherente en su camaleonismo y se destacó en un escenario netamente urbano. Ética, estética y movimiento permanente en un grupo de casi 30 años de rodaje, que se mantiene joven a través de una obra viva: ¿o acaso eso de “quiero que pensemos la pregunta y que nos la dejen preguntar” (“La pregunta”) no es congruente con aquello de “y si ahora gritamos y cantamos en modo de protesta / es porque preguntamos bien y nadie nos dio una respuesta” (“Canguro”, Wos).
Sobre el escenario, los siete babasónicos se alinearon sobre una tarima central mientras los pétalos led de una rosa redonda apenas rompían la penumbra para florecer y marchitarse, según la canción: “Cretino” y “Las demás” fueron las dos primeras de un set que tuvo también su sección bailable (“Microdancing”, “Deléctrico”), aceleración noventosa (“Malón”) y un final con “El colmo” y “Putita”.
José Palazzo, factótum del Cosquín Rock, dejó a un lado el handy y el control de la situación durante cuarenta minutos para entregarse al rocanrol: con su banda Rouge & Roll tocaron en el escenario Córdoba X e invitaron a cantar a Fernando Ruiz Díaz. Luego, volvió a su rol de mandamás para darle una noticia al público rockero: por única vez, Cosquín Rock tendrá su edición porteña, los próximos 10 y 11 de octubre.
Fuente: Infobae