La Virgen, el Niño Jesús y Santa Ana no fue la primera vez que Leonardo da Vinci representó a esta trinidad, aunque sí la más destacada.
El tema es en sí polémico desde lo religioso, ya que está basado en los Evangelios Apócrifos, debido a que la Santa no se menciona en el Nuevo Testamento.
En la pintura al óleo, tal como su nombre indica, se encuentran Santa Ana, su hija la Virgen María y el Niño Jesús, quien es representado abrazando a un cordero, lo que simbolizaba su Pasión, mientras que la Virgen intenta retenerlo.
La pieza, que data hacia 1508-1510, tiene una “hermana” anterior, el llamado Cartón de Burlington House, que se encuentra en la National Gallery de Londres, aunque en ésta se incluye a San Juan Bautista en vez del cordero. Hubo otro esbozo anterior, hoy perdido, que se exhibía en la iglesia de la Santissima Annunziata en 1501, que se conoce por los textos de Vasari.
Leonardo realizó esta obra en los últimos años de su vida (falleció en 1519), cuando la mayoría de su tiempo se la pasaba tratando de descifrar problemas matemáticos y al mismo tiempo que trabajaba en su enigmática Gioconda, por lo que existe un gran parecido entre el rostro de Mona Lisa y Santa Ana.
Otro detalle sobre sus otras ocupaciones es la figura del cordero, que fue pintada por otro artista sobre un delineado hecho por el propio Leonardo.
No se sabe con exactitud quién encargó esta obra ni cuándo, aunque se sostiene que fue pedido para el retablo de la basílica de la Annunziata en Florencia. Desde el Museo del Louvre, donde se encuentra la pintura, sostienen que fue un encargo del rey Luis XII de Francia para agradecer a Santa Ana el nacimiento de su hija única, Claude, en 1499, pero que Leonardo tardó mucho tiempo en realizarla.
La obra está construida a base de sfumato, la técnica leonardesca por excelencia, a partir de la cual obtiene una sensación de tres dimensiones a partir de la utilización gradual de la pintura que permite los cambios de luz a oscuridad y de color sin que pueda ser detectado por el ojo
Existen diferentes conjeturas con respecto a lo que sucedió con la pintura tras la muerte del polímata florentino, lo que sí es cierto es que desde 1810, “La Virgen, el Niño Jesús y Santa Ana se puede disfrutar en el Louvre.
Fuente: Infobae