“Si no nos hubiéramos venido a la Argentina, hoy Chirola estaría vivo. Y nosotros seguiríamos juntos”, le dice Carmen Yazalde a Infobae y da el puntapié para empezar a recorrer la historia del jugador que brillara en Independiente, Sporting de Lisboa y Olypique de Marsella. También la de aquel pibe que, desde uno de los barrios más humildes del Conurbano, se convirtió en una de las celebridades de la Francia de los setenta.
Héctor Casimiro Yazalde nació en Villa Fiorito, igual que Maradona. Pateaba esas calles y empezó a jugar al fútbol en esos potreros. Pero a los 13 Chirola ya trabajaba. Vendía diarios, bananas, picaba hielo y se llevaba unas “chirolas” -monedas- para su casa. De ahí nace su apodo, porque todo el mundo del fútbol lo conoció como el Chirola Yazalde. Pero claro que ése, el de vagar por las calles en busca de un peso, no era el sueño del pibe: él quería jugar en Boca como su ídolo, el brasilero Paulo Valentim que brilló entre el 62 y el 64.
A Yazalde todos lo recuerdan por su aparición en el Rojo de Avellaneda, pero sus primeros goles los hizo en el Club Atlético Piraña, aquel que fuera trending topic gracias a la publicidad de una telefónica hace apenas dos años. La cosa es que, en el pequeño Club Piraña, Chirola la iba a romper. Y ellos fueron los que tuvieron ojo porque antes lo habían rechazado en Racing y en Los Andes: “Me rajaban de todos lados, no me quería nadie. Yo nunca soñé con jugar en Primera… Me veían con las zapatillas agujereadas y el físico esmirriado y salían corriendo”, recordaba ya consagrado Yazalde.
Ni bien observaron cómo se movía en la prueba del tradicional club del barrio de Huracán le ofrecieron dos mil pesos (en aquellos tiempos, Moneda Nacional), lo que le permitió dejar de trabajar como vendedor ambulante. “Cómo no iba a aceptar, si eso era lo que ganaba en todo un mes vendiendo bananas”, explicaba el futbolista.
Chirola debutó en la D. Y en ese primer año -1967- hizo 25 goles, lo que generó que se empezara a correr la voz: el pibe de Piraña la descosía. Ya había cumplido 19 años cuando Julio Humberto Grondona se sentó en la tribuna de Arsenal de Sarandí para ver la final del Torneo frente a Villa Mitre. Aunque la excusa era una sola: observar de cerca a Yazalde. Aquella tarde el chico de 18 años se fue expulsado a los diez minutos, tiempo suficiente para hacer un gol y para que Don Julio le echara el ojo. También para que convenciera al presidente de Independiente de Avellaneda de que lo contratara.
La operación se realizó en 1.800.000 pesos argentinos. Y, si bien Piraña se quedó sin su crack, con esa plata el club de Parque Patricios pudo construir una pileta de natación. ¿La suerte de Chirola? Iba a volar bien alto. Después de su escala en el Rojo (donde fue campeón y goleador con apenas 20 años), en poco más de tres años aterrizaría en Lisboa. Allí, en tierras lusas, el pibe de Fiorito se iba a convertir en toda una celebridad que se movería con la misma soltura que dentro de una cancha de fútbol por los salones del jet set europeo, esos lugares que visitaría junto al amor de su vida.
LISBOA ERA UNA FIESTA
Sí, la chica es Carmen Yazalde. Y la historia de Chirola con esta exquisita rubia portuguesa tiene sus puntos de conexión con la de Susana y Monzón. El pibe que surge desde el barro de los barrios bajos de la Argentina (Chirola en Fiorito, Monzón en San Javier, Santa Fe), se convierte en una de las máximas figuras del deporte y conoce a una actriz y modelo que deslumbra en cine y teatro.
Puede sonar exagerada la comparación con el campeón mundial, pero la aparición de Chirola, primero en Independiente y, luego, en el Sporting de Lisboa fue deslumbrante. Si el Rojo le dio un nombre y lo llevó a la Selección, el equipo portugués lo depositó en lo más alto de Europa: el 12 mayo del 74 (17 días antes de cumplir 28), Yazalde anotó el gol número 46 que lo convirtió en el máximo goleador de todas las ligas de Europa y le valió la Bota de Oro. “Cerraron el Lido de París para premiarlo a Chirola. Estaban Franz Beckenbauer y Gerd Müller con sus mujeres, pero la celebridad era él”, le cuenta Carmen Yazalde a Infobae.
Para tener una idea de la cantidad de goles anotados por Chirola, nadie pudo batir esa marca durante 38 años. ¿Quién logró con semejante hito…? No es difícil adivinar: Lionel Messi, obvio. La Pulga superó esa marca recién en la temporada 2011/2012 cuando marcó 50 goles.
Eso sí, antes de romper todos esas redes, el pibe nacido en Fiorito “se aburrió” durante seis meses en Lisboa. Es que, cuando lo compraron, los dirigentes del Sporting tenían el cupo de extranjeros cubierto y el ex jugador de Piraña estuvo seis meses colgado. Entonces, Lisboa fue una fiesta…
Si a los trece años, Chirola se paseaba por las calles de Fiorito gritando “diario/diario”, vendiendo bananas y picando hielo, ahora tenía 24, había alquilado un departamento en la calle Roma de Lisboa y caminaba con los bolsillos llenos de escudos portugueses (tal, la moneda de la época) por una de las ciudades más hermosas de Portugal y Europa.
En esos primeros meses, el futbolista tenía tanto tiempo libre que empezó a ir al teatro. Como esas señoras que van a misa sin falta a las ocho, cada noche se sentaba en la primera fila para ver la misma obra: Lisboa es siempre mujer. No es que se hubiera vuelto fana de un texto shakesperiano. Simplemente, ahí estaba esa actriz que lo había deslumbrado, probablemente una de las dos o tres mujeres más lindas de Portugal: María Do Carmen Resurreción De Deus, que más tarde sería conocida como Carmen Yazalde.
CUANDO CHIROLA CONOCIÓ A CARMEN
En 1970 la actriz filmaba un corto que se llamo Moviemania y sería premiado en Cannes. “Uno de los actores era fanático del Sporting de Lisboa y le preguntó al director si podía llevar a un jugador argentino que estaba aburrido porque no podía participar de los partidos oficiales”, recuerda Carmen que por esos días ya había visto a Héctor Yazalde sentado en un café muy chic de la ciudad con la actriz Concha Velazco, otra de las diosas de la época. “El vivía en un edificio arriba de un drugstore que abría las 24 horas y compartía pasillos con esta actriz española, muy mona. Parece que intercambiaban discos”, explica hoy ella, abriendo la puerta a la imaginación de lo que pudo haber pasado.
“Chirola era mujeriego. Antes de verse conmigo ya había salido con decenas de mujeres”, le cuenta Carmen a Infobae. Que además acepta que el deportista tenía “ese no se qué”: “Realmente era horrible, ¡un Indio! Pero a mí me gustan ese tipo de hombres, con rasgos fuertes como los de Monzón o Sandro: era tan masculino que te atraía…”, dice la actriz a la que Roman Polanski había bautizado como la nueva Sharon Tate, en referencia a la bella actriz americana que fuera asesinada a puñaladas por la secta de Charles Manson.
El Café La Mejicana fue el lugar de la primera cita: “Terminaba la función y nos íbamos a comer a los mejores lugares. Yo era muy chica… Para fines del 72 me preguntó si quería irme para la Argentina a conocer a su familia. Llegué en diciembre y justo se casaba Teté Coustarot. Me quedé tres meses. Pero, cuando volví a Francia, surgió otro viaje para la Argentina: esta vez, veníamos los dos y para casarnos”, rememora Carmen.
La portuguesa entiende que Chirola aprovechó su ausencia en Portugal para organizar su casamiento a la distancia. El 16 de julio del 73 dieron el “Sí” en la Basílica María Auxiliadora y festejaron en La Raya: “Esa noche llovió a cantaros: ¡Faltaron la mitad de los invitados! Terminé desayunando con mi vestido de novia en Tabac a la madrugada. Fuimos a Mar del Plata dos días de luna de miel y volvimos a Portugal. Pero al poco tiempo llegó el golpe de Estado y decidimos irnos”, cierra aquella etapa Yazalde.
MARSELLA: ULTIMA PARADA EUROPEA
En 1975, Chirola y Carmen decidieron abandonar Portugal pero Yazalde se fue del Sporting de Lisboa como un ídolo: había convertido 104 goles en 104 partidos jugados. “Ahora lo quería el Real Madrid, pero él tenía mucha facilidad para los idiomas y quería aprender francés: por eso eligió el Marsella. Después de todo, le ofrecían el mismo contrato y el Madrid sólo contaba con Di Stéfano, no tenía el poderío de hoy”, arriesga su ex mujer.
Ahí estaba otra vez el pibe de Fiorito con un crossover Maradoniano. Era un bon vivant. Ahora paraba en la entrada de la Costa Azul y en su derrotero se cruzaban los nombres de Carlos Monzón y Susana Giménez, Alain Delon o Jean Paul Belmondo: “Chirola te abría las puertas del mundo. Vivíamos en un departamento de trescientos metros con una vista impresionante. Teníamos todo al alcance de la mano. En una hora estábamos en la playa en Saint-Tropez o viajábamos a Aix-en-Provence. También fuimos a Mónaco, donde vimos la pelea de Monzón”, recuerda Carmen que se refiere a aquel último combate del campeón santafesino frente al colombiano Rodrigo Valdez en el Principado.
Era 1977 y nada hacía pensar que la vida de Chirola pudiera dar un giro radical. Incluso, en Francia nacería el único hijo de la pareja, Gonzalo. Pero, a pesar del confort que les daba Europa, el futbolista decidió volver a la Argentina con la ilusión de jugar el Mundial: “Grondona le había prometido que iba a estar en la lista y no le cumplió. Eso lo devastó. A partir de ahí, entró en una depresión de la que no sé si alguna vez salió”, asegura Carmen.
Ese año fichó por Newell´s y Carmen decidió que no iba a viajar a Rosario. “Yo no tenía mucho que hacer allá, me quedé en Buenos Aires”. En el medio, se enteró de alguna que otra infidelidad, pero la dejó pasar. Y al tiempo, Chirola se contagió hepatitis: “En esa época se compartían las jeringas. Le hicieron un estudio y lo contagiaron. Lo estuve cuidando durante semanas, tirado en una cama, amarillo. Parecía que se moría”.
Huracán fue el final de su extensa carrera profesional que comenzó en el Rojo, allá por 1967, y terminó con un único partido en el Quemero en el 81. Carmen Yazalde siente que, de alguna manera, la vuelta a la Argentina lo mató. Primero, lo separó de su mujer y luego lo hundió más en la depresión. Muchos juran que cayó en el alcohol, aunque la portuguesa se niega a acepar esa teoría: “Yo no creo que haya sido así. Después de la hepatitis, él no podía tomar. Lo que sí creo es que no lo cuidaron: ni sus mujeres ni sus supuestos amigos. Si hubiéramos vuelto a Europa como yo le decía, todo esto no hubiera pasado. Después, cuando él me propuso regresar ya era tarde y no estábamos juntos…”.
La muerte de Chirola sorprendió a todos el 18 de junio de 1997. Tuvo una vida corta pero intensa y de superación constante donde dejó atrás cualquier prejuicio de clase. Es que, Héctor Casimiro Yazalde fue aquel pibe que empezó en Fiorito con un par de chirolas y no paró hasta conquistar Europa.