Casi tres décadas después de su último título, y tras perder cuatro de las últimas seis finales de este torneo, la renovada selección albiceleste alcanzó la gloria en el Maracaná
Tuvieron que pasar 28 años, jugarse 19 torneos y caer en siete finales para que la Selección Argentina volviera a saborear la gloria. Muy atrás había quedado aquella consagración en la Copa América 1993 que se agigantaba con cada frustración, como lo fueron las cuatro finales perdidas en las últimas seis ediciones de este torneo y la dolorosa caída ante Alemania en la Copa Mundial de la FIFA 2014. Lo ha logrado la Selección de Lionel Messi, merecedor más que nadie de un trofeo importante con su país. Pero lo hizo con la generación menos pensada. No fue junto a Javier Mascherano, Gonzalo Higuaín, Carlos Tevez o aquellos jugadores que se transformaron en embajadores de lujo ante el mundo. Lo consiguió con una nueva generación, un grupo construido por Lionel Scaloni, ese entrenador interino que se ganó la legitimidad interna en la AFA para desarrollar su planificación mirando a Qatar. Un DT que trabajó como si su mandato no tuviera límites y reciclo los roles de pesos pesados como Ángel Di María y Sergio Agüero para darle frescura a un equipo que logró un título que alimenta su prestigio futbolístico.
En el Estadio Maracaná, la Albiceleste logró despojarse de sus fantasmas para vencer por 1-0 a Brasil, una de mayores pesadillas. Había sido su verdugo en las ediciones 1995, 1999, 2004, 2007 y 2019 de la Copa América y eran los campeones defensores. La Canarinha jugaba su octavo partido por el título en las últimas dos décadas, con el antecedente de haber ganado los siete compromisos anteriores. Pero se topó con un elenco argentino muy sólido en los resultados pese a estar en construcción.
El ciclo de Scaloni registra ahora 20 partidos sin perder (12 victorias y 8 empates). Su última derrota fue justamente ante el equipo de Tite en las semifinales de la edición 2019. No se veía algo similar desde que la Argentina de Marcelo Bielsa estuvo invicta en 18 encuentros entre el 27 de julio del 2000 y 7 de junio de 2002. La racha actual toma mucho más valor al contener también una consagración tan ansiada.
Cuando el hincha pedía por Gallardo, Pochettino o Simeone, fue Lionel Scaloni quien se quedó con el puesto. De ser ayudante de Jorge Sampaoli en el Mundial 2018, pasó a trabajar como interino y luego ser confirmado como el entrenador. Con símbolos como Walter Samuel, Roberto Ayala y Pablo Aimar como ayudantes, construyeron un nuevo grupo que soportó las críticas externas sin perder el foco en el trabajo. Su modelo de juego tiene margen de mejora, pero va camino a la consolidación. Hay algunas fortalezas que le han permitido ser campeón:
• Sangre nueva, grupo unido
Desde que inició su mandado, Lionel Scaloni se encargó de renovar el grupo. Solamente 11 de 23 jugadores sobrevivieron a la debacle del Mundial de Rusia 2018 y estuvieron en la Copa América 2019: Armani, Tagliafico, Acuña, Kun Agüero, Messi, Di María, Otamendi, Lo Celso, Lautaro, Juan Musso y Paulo Dybala. En total, hizo debutar a 24 jugadores en los 15 partidos que tuvo su ciclo entre los primeros amistosos y los compromisos de la Copa América 2019. Ese proceso de prueba era lógico y necesario para completar el recambio generacional que dio lugar al grupo de futbolistas que actualmente conforman su plantel. El número de debutantes ascendió a 36 en un total de 77 jugadores convocados. Esta nueva camada ya se ha consolidado, es una cadena prácticamente sin eslabones perdidos.
Nunca repitió una alineación en sus 34 partidos. En parte se debe al desgaste que tienen sus pupilos en sus clubes, las rotaciones se deben también a la dosificación de esfuerzos, pero en sus pruebas ha logrado encontrar jugadores que serán el futuro de la Selección. Uno es Emiliano Martínez, arquero de cualidades extraordinarias, quien es el nuevo dueño del arco tras la prolongada etapa de Chiquito Romero, quien fuera durante casi 10 años el titular indiscutido.
Otro trabajo clave es el de reciclar algunos roles, como el de Armani, Agüero y Di María. Sobre todo el mediocampista del Paris Saint Germain, quien ahora ejerce un rol protagónico pero sin tantos minutos. Scaloni, que al principio lo dejó afuera de algunas citaciones, lo volvió a llamar para usar su gambeta, velocidad y despliegue con otra perspectiva. Antes era inamovible, hoy es una alternativa de lujo.a “bala de plata”, como ocurrió en la final. Diferente al caso de Nicolás Otamendi, cuyo liderazgo asomaba tibiamente en la camada anterior pero se materializó ahora.
Difícil objetar el criterio de elección de Lionel Scaloni, que tiene una gran variedad de perfiles para la conformación de su equipo. Argentina posee jugadores de buena técnica individual en todas las líneas. Incluso, más allá de sus cualidades bajo los tres palos, Dibu Martínez tiene un gran manejo de pelota con ambos pies y favorece a la salida desde atrás. A esto hay que sumarle el buen ambiente que reina dentro de la concentración, que se manifestó en redes sociales durante el cumpleaños de Messi y la fecha libre de la fase de grupos, como también cuando sellaron la clasificación a la final.
• Versatilidad táctica y modernidad
Uno de los axiomas más frecuentes en el fútbol moderno es que los equipos adaptan sus sistema al momento. Es una de las tendencias tácticas que surgió en los últimos años y se transformó también en uno de los capitales más importantes del equipo de Lionel Scaloni, que tiene esa capacidad de mutar de sistema según en qué fase se encuentre el juego. Lo más habitual es ver a los jugadores colocarse 4-3-3 en posesión y pasar a un 4-4-2 tras la pérdida. Principalmente eso le permite emparejar a hombres de afuera con los laterales rivales, para no sufrir tanto por las bandas.
Nico González se convirtió en una pieza clave de esta transición estructural: es extremo en fase ofensiva y volante al momento de defender. Si su recorrido en el repliegue es aún más largo, Huevo Acuña o Tagliafico pueden ubicarse como tercer zaguero para pasar a un 5-3-2.
Hay un trabajo detrás y los jugadores lo ejecutan, se adaptan. Hay partidos, como la final ante Brasil, donde Argentina debe apelar más a la personalidad para los duelos individuales y ser lo más productivo posible con pelota. A veces el funcionamiento queda eclipsado por intangibles como el carácter. Pero en este ciclo hay un notorio avance en la elaboración de una identidad.
• El mejor Messi en la Selección
No hay mucho para decir sobre la condición de genio de Lionel Messi. Su máquina competitiva no se apaga, se reinventa a cada torneo, pero particularmente en esta Copa América atravesó una sinergia extremadamente positiva con el resto del grupo. La Pulga se ha potenciado como líder y emblema del equipo, ha mostrado su mejor versión con la camiseta albiceleste. Y el resto se alimenta de su figura inagotable. Un círculo virtuoso.
El único futbolista de Argentina que ha completado todos los minutos en el torneo es Messi. Nunca se sentó en el banco de suplentes, tampoco salió reemplazado. No hay dudas que Lionel Scaloni tiene un porcentaje de mérito en la frescura y motivación que expone su mejor jugador en cada compromiso. El DT le ha ofrecido al capitán de 34 años un contexto beneficioso, con movimientos que le dan opciones constantes y automatismos que le permiten recibir el balón en zonas donde tiene mayor influencia. Esto se ha traducido en sus números.
Leo Messi participó en nueve de los 12 goles que hizo su elenco en el torneo. Su desempeño lo convierte en el mejor del certamen: es el máximo artillero (con 4 goles), además de líder en asistencias (9). Es el único jugador en los últimos 20 años en terminar como líder en ambas facetas en este torneo. Y personalmente, nunca había dado tantos pases de gol en una Copa América o Mundial. Llegó en un nivel superlativo para enfrentarse a Brasil y, en su quinta final con Argentina, logró el título que tanto merecía.
• Un protagonismo emergente
Muchas de las críticas que recibe la Argentina de Scaloni es por su ciclotimia. Tiene dos caras. El bello rostro simétrico y proporcionado de los primeros tiempos, que contrasta con el semblante deteriorado de los complementos. La Selección lleva 13 partidos en fila marcando al menos un gol en los 45 minutos iniciales: cinco goles durante los primeros 10, siete antes de los 15, 8 antes de los 20 y 11 antes de cumplirse la media hora. Sus comienzos son frenéticos e intensos, siempre controla y es protagonista antes del descanso, pero luego surgen fallas conceptuales o errores individuales que autoboicotean sus fortalezas y le quitan confianza para cerrar los partidos.
No hay que pretender un dominio absoluto, eso es utópico. Son pocos los partidos en los que un equipo logra imponer condiciones de principio a fin, sin atravesar ningún momento de turbulencia. Lo ideal sería que el equipo pueda defenderse a partir de la posesión, que no le ceda la pelota ni espacio en su campo a los rivales. No tiene jugadores aptos para repliegue y para salir de contragolpe, sus futbolistas tienen características para desempeñarse de forma más proactiva que reactiva. En la final ante Brasil en el Maracaná mostró una de sus mejores caras a nivel defensivo, pero también sufrió.
Uno de los grandes desafíos que tiene Lionel Scaloni, es que ese protagonismo que empieza a asomar se haga más sostenido, que el cambio de postura no sea tan brusco y que sus dirigidos puedan dominar el termómetro del partido sin sufrir demasiado. La Argentina ha encajado solamente tres goles en siete partidos y Dibu Martínez mantuvo su villa invicta tres veces. Hay buenos rendimientos individuales que le dan solidez atrás. Si el equipo logra ajustar su funcionamiento colectivo en defensa durante las Eliminatorias, logrará llegar al Mundial de Qatar 2022 muy fortalecido. Por lo pronto, ya se ha quitado la mochila de las finales perdidas y ha vuelto a ser campeón.
Fuente: Infobae