María Zysman, directora de Libres de Bullying, aseguró que los comportamientos de las víctimas de los ataques pueden prolongar los abusos y acosos a través del tiempo. Qué decirle a un niño para que esto no suceda
En las últimas horas, las imágenes de un niño sufriendo una golpiza por parte de un compañero en el Colegio Industrial de Zárate volvió a colocar en el centro del debate a un tema que afecta a muchos niños, adolescentes y adultos en Argentina. El ámbito y los episodios varían, pero la problemática permanece.
En reiteradas ocasiones, quien sufre el bullying -forma de violencia que puede darse de manera sistemática- no solo debe lidiar con la huella imborrable que queda en su vida, sino con el sentimiento de culpabilidad ante un abuso de poder que genera intimidación y deja indefensa a la víctima.
Lo que agrava a este maltrato verbal, físico y psicológico es que suele reiterarse en el tiempo y que sucede en ámbitos de los que no resulta sencillo escapar para la víctima. Allí, entre tantos, aparece la escuela.
“Lo cierto es que, cuando un chico la pasa mal, entre cuatro y ocho horas por día y se toma la decisión de cambiarlo de colegio puede ser vivido como un momento de frustración o resignación. Es una decisión que tiene que estar acompañada por algún tipo de consulta para que el chico entienda el porqué del cambio y que no se va de la escuela porque él era un problema”, explicó María Zysman, licenciada en psicología y directora de Libres de Bullying.
Las tensiones entre los padres y los chicos, aún entre aquellos que no son protagonistas de la historia pero se sienten involucrados, son tan importantes como el rol de los docentes ante estos episodios. “En ese escenario nadie sale bien parado. A lo mejor los padres detectan este problema e intentan ayudar cambiándolos de escuela”, dijo Zysman.
La directora de Libres de Bullying agregó: “Vemos muchos casos de frustración y es verdaderamente triste. Es horrible ver que los chicos quedan a la deriva y que son ellos los generadores del problema. Para un niño, lo peor es resignarse a que haga lo que haga nada va a cambiar. O peor aún, que pida lo que pida nadie lo escucha. Lo mejor que se puede hacer es detectarlo pronto y afrontar otras vías de afrontamiento”.
Respecto a la diferencia entre el bullying y una simple broma o pelea entre compañeros, Zysman aseguró que “el peor consejo que se le puede dar a un niño es que se defienda, que responda a los ataques. Eso provocará que reciba más momentos de agresiones y esa situación no termine más”.
“Respecto a las peleas, si uno entra en esa situación, podría pensar que es un conflicto ocasional o que uno provocó al otro. Lo cierto es que los alumnos viven una sucesión de días en la escuela. Si uno está permeable se da cuenta de las diferencias y las pueden detectar a tiempo”.
Quizá por la cantidad de actividades o por los problemas cotidianos, muchos profesores se sienten desbordados por sus actividades o pasan por alto estos problemas considerando que son cuestiones evolutivas que los niños deben resolver. “Es importante diferenciar las burlas de los acosos. Cuando esto pasa a un terreno en el que hace sufrir a alguien, hay que tomarlo como un problema emergente”, sostuvo la licenciada en psicología.
Respecto al futuro, Zysman se mostró optimista: “Hay mucho para hacer y si pensara que no se pueden realizar cosas no seguiría trabajando. El esfuerzo es enorme. Creo que hicimos mucho pero siguen surgiendo estas cuestiones por la esencia de las personas y por una sociedad que no modifica sus comportamientos”.