Tienen cualidades saludables, pero consumidas en exceso pueden tener efectos negativos para la salud. Pros y contras de cada una
¿Qué representa el consumo de té o el café en nuestra vida cotidiana? Son compañeros de desayuno, sobremesa, merienda, son “eso” calentito que tanto necesitamos en las jornadas de trabajo. El café y el té son dos de las bebidas estimulantes preferidas, sin importar raza, religión o latitud del mundo en la que se viva.
Ambas tienen detrás una historia que se remonta milenios atrás y están firmemente enraizadas en el día a día de prácticamente todas las culturas.
Además, estos dos productos tienen propiedades saludables que se conocen desde tiempos antiguos y que les valieron una cierta “rivalidad” entre los partidarios de una y otra acerca de cuál de las dos es la más saludable.
El gran antioxidante
Quizás la bebida que tiene más fama de ser sana es el té, y se ganó sus razones. Por un lado, su contenido en cafeína es relativamente menor (en realidad, una cantidad determinada de té contiene más cafeína que la misma cantidad de café, pero se emplea mucha menos cantidad para elaborar cada taza), con lo que sus efectos psicoactivos y estimulantes son más suaves.
Además, el té contiene una gran cantidad de flavonoides, un tipo de sustancias de acción antioxidante con efectos positivos sobre la musculatura y el sistema circulatorio. Es por estos compuestos que para muchos podría ofrecer una cierta protección frente a enfermedades como el Alzheimer, el Parkinson y otras demencias.
Según un estudio del Tongii Medial Collegeg de Huazhong, en China, tres tazas de té al día reducen un 37% el riesgo de desarrollar un cuadro depresivo. El análisis de una serie de estudios clínicos determinó además que la respuesta es lineal: a mayor consumo té, menos depresión.
Finalmente, la Asociación Cardiológica Norteamericana recomienda el consumo de té para mantener controlada la presión sanguínea. Un estudio clínico del Grupo Cardiológico Cochrane, de hecho, determinó que tanto el té negro como el té verde reducen el nivel lipoprotéico en sangre, lo cual hace que la presión se mantenga más estable, con menores riesgos de picos altos.
El café y sus beneficios para la salud
Aunque su reputación sea más modesta, el café también tiene abundantes beneficios para la salud. Concretamente, posee al igual que el té propiedades antioxidantes (si bien algo mejores) que repercuten de forma similar en la circulación y la musculatura, y se apuntó que al igual que el té podría minimizar el riesgo y la gravedad de las demencias en la vejez.
También a semejanza con el té, hay investigaciones que señalan que el café podría disminuir el riesgo de padecer ciertos tipos de cáncer, aunque de nuevo estos resultados deben tomarse con cautela.
De hecho, en numerosos estudios realizados en todo el mundo, se asoció el consumo diario de cuatro o cinco tazas de café de 236 mililitros (unos 400 miligramos de cafeína) con una reducción en las tasas de mortalidad. En un estudio de más de 200.000 participantes al que se le dio seguimiento durante 30 años, las personas que bebieron de tres a cinco tazas de café al día, con o sin cafeína, fueron un 15% menos propensas a morir, de todas las causas, antes que la gente que evitó el café. Tal vez lo más dramático fue una reducción de un 50% en el riesgo de suicidio entre los hombres y las mujeres que eran consumidores moderados de café, tal vez porque estimularon la producción de químicos cerebrales que tienen efectos antidepresivos.
No todo lo que reluce es oro
Con todo, hay que señalar que ambas bebidas, especialmente cuando se consumen en grandes cantidades y a lo largo de mucho tiempo, pueden tener algunos efectos negativos menores sobre la salud.
Por ejemplo, el contenido en cafeína de ambas bebidas puede causar ansiedad o insomnio en personas muy sensibles, elevar la presión arterial, provocar taquicardias, dolor de cabeza, malestar estomacal y temblores musculares. Además, las dos bebidas pueden desencadenar la aparición de manchas en los dientes.
Por su parte, el té contiene abundante tanino, que reduce la absorción de hierro pudiendo facilitar que se produzca anemia, especialmente si se lo consume después de las comidas. En contraparte, el café sin filtrar aumenta los niveles de colesterol.
La cafeína cruza la placenta y llega al feto, por lo que muchos especialistas desaconsejan esta infusión durante el embarazo ya que puede incrementar el riesgo de aborto, bajo peso al nacer y parto prematuro. El embarazo altera la manera en que el cuerpo metaboliza la cafeína y a las mujeres que están embarazadas o amamantando se les aconseja abstenerse por completo, solo beber café descafeinado o como mínimo limitar su ingesta de cafeína a menos de 200 miligramos al día, la cantidad de unas dos tazas de tamaño estándar de café en los Estados Unidos.
Al parecer, existen abundantes evidencias que señalan a que los efectos positivos de ambas bebidas superan con creces los negativos, y siendo bastante similares entre sí, podría concluirse que elegir una u otra bebida es más bien una cuestión de gustos personales. Siempre que se haga con moderación.
Fuente: Infobae