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Cómo se adapta el cerebro de una persona que recuperó la visión tras padecer de ceguera durante la infancia

Cómo se adapta el cerebro de una persona que recuperó la visión tras padecer de ceguera durante la infancia

Liam McCoy se sometió a una cirugía para poder ver con claridad por primera vez a los 15 años. Pero asimilar toda la información a la que se enfrentarían sus ojos ha sido más difícil de que lo que percibía su imaginación

Para una persona que nació con ceguera, recuperar el sentido de la visión después de haber transcurrido su infancia puede llegar a ser una acción traumática debido a que tiene que enfrentarse a una gran cantidad de información que su cerebro desconocía y prácticamente debe comenzar a concebir su mundo de nuevo, reformulando su propia identidad.

Seguramente durante su periodo de invidencia hayan aprendido a manejarse de una forma bastante independiente pese a las limitaciones, pero al recuperar la visión caen en un estado de vulnerabilidad debido al bombardeo de estímulos que son difíciles de comprender para el cerebro, haciendo que sea muy complicado diferenciar un escalón o incluso reconocer el rostro de un ser querido.

Muchas de las personas que recuperan la visión a una edad adulta, se deprimen, la rechazan, se desaniman por los cambios e incluso algunos pierden las ganas de vivir.

En principio la acción de ver parece un proceso simple y mecánico: Los fotones impactan los pigmentos sensibles a la luz en la retina del ojo, desencadenando una cascada de eventos eléctricos y químicos que envían señales al cerebro sobre la luz, el color y el movimiento.

Sin embargo, esto es solo la parte teórica de cómo funciona la visión, ya que a pesar de que este proceso se repite de manera casi exacta en todas las personas que gozan del sentido de la vista, si todos tuviéramos estructuras sensoriales idénticas, cada uno percibiría una versión diferente y muy personal del mundo, una concepción construida sobre nuestras experiencias, necesidades y deseos.

Tal y como lo describió el filósofo Alva Noë, “La percepción no es algo que nos sucede a nosotros, o en nosotros. Es algo que hacemos“.

Un caso emblemático es el de Liam McCoy, un joven estadounidense de 31 años que se sometió a varias cirugías en 2005, cuando tenía 15, para recuperar la visión. En las operaciones le colocaron un poderoso lente artificial a cada ojo sin quitar la naturalidad del globo ocular.

El responsable de la cirugía de Liam fue el Dr. Lawrence Tychsen, profesor de oftalmología en la Universidad de Washington en St. Louis, quien se destaca por atender a niños con discapacidades neurológicas, a menudo tan graves que otros médicos los consideran demasiado difíciles de evaluar y tratar.

Liam fue un niño diferente desde el mismo momento de su nacimiento. Su cabello era plateado y sus vasos sanguíneos eran claramente visibles gracias a su muy claro piel de color. Cuando la enfermera lo vio en el momento del parto se sorprendió, lo mismo ocurrió con el médico, Cindy, su madre, preguntó si ocurría algo y le respondieron de forma tierna que era “un pedacito de algodón”.

Con el tiempo se confirmó que Liam tenía albinismo, lo cual es significa que tiene falta del pigmento melanina en el cabello, los ojos y la piel, es una afección poco común que afecta solo a una de cada 17.000 personas.

Como los ojos de Liam carecían de melanina, era extremadamente sensible a la luz brillante. También tenía nistagmo, un movimiento oscilante involuntario de los ojos. Cuando era niño, Liam aseguró que no podía ver nada.

El albinismo no era la única fuente de la mala visión de Liam, también era extremadamente miope. El Dr. Tychsen explicó que su paciente vivía en una especie de “un capullo de visión borrosa”. No estaba completamente ciego, pero su zona de visión clara se extendía solo a siete centímetros de su nariz.

Esto trajo como consecuencia que el desarrollo de su visión a lo largo de los años fue gravemente interrumpido y las cirugías a las que se sometió cuando tenía 15 años fueron solo el comienzo de la restauración de su visión.

Liam se operó ambos ojos con tan solo cinco meses de diferencia entre cada uno, sin embargo esto no significó una recuperación inmediata de la visión, se suponía que se estabilizaría a las seis semanas de la cirugía. Sin embargo, le llevó meses, pero la mejoría fue enorme.

Antes de la cirugía, su agudeza visual era de 20/2000 sin lentes de montura y de 20/250 con los lentes más gruesos. Seis meses después, sin anteojos, estaba viendo 20/50. Su albinismo le impidió ver 20/20.

Nueve meses después de la segunda cirugía, uno de los lentes se movió fuera de su posición, lo que provocó que Liam experimentara visión doble. El lente tuvo que ser reemplazado, pero esta vez logró obtener una mejora significativa de manera inmediata.

Una de las razones por las que esto mejoría tan rápida pudo haber ocurrido, es que en esta oportunidad al cerebro le tomó menos tiempo procesar toda la nueva información que los ojos le estaban proporcionando.

No solo su agudeza mejoró enormemente, sino que su nistagmo se redujo. Su visión binocular mejoró, al igual que su percepción de profundidad, aunque lentamente.

Pese al éxito, la cirugía sumergió a Liam en un mundo de líneas y bordes afilados. Ahora veía líneas dondequiera que hubiera cambios de color, luz o textura; donde terminaba un objeto y comenzaba otro o donde se proyectaba una sombra sobre una superficie.

Si bien todas las personas ven líneas en los límites de los objetos o sombras, saben a dónde pertenecen estas líneas. Un objeto puede ser reconocido de inmediato: todas sus partes se combinan, instantáneamente y sin esfuerzo, en una sola unidad. Pero después de una infancia casi ciega, Liam no reconoció las líneas como límites de objetos conocidos. En cambio, vio un mundo enredado y fragmentado.

Después de sus cirugías, los ojos de Liam proporcionaron a sus neuronas la información que habían estado esperando durante mucho tiempo. Pero carecía de la experiencia visual de ver más allá de unos pocos centímetros, por lo que aún no había desarrollado el procesamiento “de arriba hacia abajo” que organiza los detalles de los objetos y paisajes coherentes. Como resultado, tuvo que depender en gran medida del procesamiento “de abajo hacia arriba” y reconstruir conscientemente el mundo visual a partir de sus partes.

“De cerca”, escribió Liam, “las cosas se parecen más a los objetos que al caos visual, pero hay una diferencia clara cuando veo algo más lejos. Esos objetos no tienen significado y me cuesta saber si una barra de color es la parte delantera de un camión o el costado de un autobús o el techo de un edificio. Si la gente se queda un poco más lejos y me habla o me saluda desde el otro lado del pasillo, tiene una sensación muy diferente y no parece tan real“.

Liam cuando era niño fue a la escuela con personas videntes, por lo que tenía que inferir lo que veían los demás. Eso se tradujo en que requería de gran análisis e imaginación. Después de las operaciones, usó estas mismas habilidades para descifrar lo que ahora podía ver.

A medida que comenzó a reconocer objetos específicos y de manera individual dentro de toda la confusión de líneas, lo más probable es que desarrolló nuevas redes en áreas superiores del cerebro para el reconocimiento de objetos.

Las conexiones neuronales, como surcos en el camino, se profundizan con el uso. Con cada día, la visión de Liam se volvió más “de arriba hacia abajo”, proporcionando más significado a su mundo visual.

Aunque puede reconocer muchos más objetos hoy de los que pudo después de sus cirugías, Liam todavía tiene dificultades para reconocer rostros. Antes de recibir sus lentes intraoculares, no podía ver detalles en el rostro de otra persona; su nariz y boca eran solo una mancha.

Inmediatamente después de su primera cirugía, Liam se sintió disgustado cuando vio la forma en que la boca de su madre se movía cuando hablaba. Sabía que su boca se movía cuando hablaba, pero fue un shock repugnante ver los detalles de los labios rojos y la lengua en los demás.

De hecho, sin un sentido holístico de un rostro, era imposible para Liam reconocer a las personas de un momento a otro. Sus rostros se transformaron por completo cuando cambiaron de expresión o hablaron. Los problemas para reconocer rostros y expresiones faciales son muy comunes entre las personas con ceguera prolongada que obtienen la vista cuando son adultos. Incluso las personas cegadas por cataratas desde el nacimiento cuya vista se recupera durante el primer año muestran algunos déficits en el reconocimiento facial.

Una de las primeras personas a las que reconoció con su nueva visión fue su profesor universitario, Joe. Esto es lo que Liam escribió en un correo electrónico al Dr. Tychsen en 2012: “Joe tiene cabello negro y gris y bigote, y reconozco mejor el cabello en lugar de las caras. Especialmente el cabello y el vello facial de colores mixtos (aunque cuando miro hacia otro lado no puedo describirlo definitivamente). Entonces, cuando lo reconocí automáticamente en el campus fuera de clase, tuve que ir a decirle lo especial que era y que él era la primera persona a la que reconocí así“.

Para Liam ha sido un trabajo tan difícil adaptarse a la visión que Cindy, su madre, a veces se pregunta si en verdad valió la pena haberlo sometido a las cirugías para la restitución de la visión. Sin embargo, confiesa que apreciar a su hijo aprendiendo a ver tiene toda la magia como cuando un bebé empieza a descubrir el mundo.

Debido a lo complicado que ha sido para Liam recuperar su visión, rara vez describe lo que ve como algo hermoso, pero Cindy recuerda las palabras de su hijo una mañana cuando se despertaron con la luz del sol y Liam vio el rocío de la lluvia por primera vez: “Son como luces de Navidad en el césped”, dijo.

Fuente: Infobae

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