Según las últimas estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la esclerosis múltiple es un mal que avanza en el planeta y hoy serían más de 2,3 personas los que lo sufren. Mientras que en el país, la cifra llega a más de 12 mil, lo que la convierte en la segunda causa de discapacidad en adultos jóvenes luego de los accidentes de tránsito.
Científicos argentinos del Centro para la Investigación de Enfermedades Neuroinmunológicas (CIEN) de la Fundación FLENI, junto a colaboradores de la Universidad de Harvard (Boston, USA) y del Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME) del CONICET presentaron en la prestigiosa publicación científica CELL un avance muy importante en la lucha contra esta enfermedad.
¿Qué es la esclerosis múltiple (EM)?
La EM es una enfermedad que afecta la mielina, la cual es una sustancia que recubre los nervios que conducen los impulsos eléctricos desde el cerebro hacia la periferia y viceversa. Cuando se ve afectada la mielina, aparecen los síntomas de la patología.
Los síntomas varían según el paciente, tanto en la evolución de la enfermedad, como en su gravedad y duración, ya que dependen del lugar del sistema nervioso donde ocurre la desmielinización. Sin embargo, entre los síntomas más comunes se encuentran: debilidad, hormigueo, escasa coordinación, fatiga, problemas de equilibrio y mareos, alteraciones visuales, visión doble, temblor, espasticidad, trastornos en el habla, problemas intestinales o urinarios, problemas en la función sexual, sensibilidad incrementada al calor, problemas con la memoria a corto plazo y ocasionalmente, problemas de juicio o razonamiento (problemas cognitivos).
La investigación
En “La melatonina en la estacionalidad de los brotes de Esclerosis Múltiple”, el equipo de trabajo pudo comprobar el rol del factor ambiental en el fenómeno y lograron detectar el rol que cumple la melatonina en la protección del daño cerebral en pacientes con esta patología. La investigación incluyó en su primera parte a 139 pacientes con Esclerosis Múltiple, quienes fueron estudiados en su totalidad en la Argentina.
“Existía el interés en determinar y establecer el rol que juegan los factores medioambientales en la EM, con el fin de modificarlos y de esta manera impactar en el curso de la enfermedad y el riesgo de desarrollarla. La respuesta a esta pregunta llevó casi 5 años de trabajo”, explicó el doctor Jorge Correale, jefe del servicio de neuroinmunología de FLENI.
Los científicos argentinos observaron inicialmente que los pacientes con EM tenían recaídas o brotes de la enfermedad con menor frecuencia en los meses de otoño e invierno. Analizaron los factores medioambientales que pueden influir en la evolución de la EM puesto que esta enfermedad no es hereditaria y su aparición se debe a una interrelación compleja entre algunos factores propios de los individuos y factores externos, como por ejemplo determinadas infecciones, ingesta de sodio, tabaquismo, niveles de vitamina D y la exposición solar.
La vitamina D fue un disparador para analizar la melatonina, dado que cuando se presenta en niveles bajos está asociada a un incremento del riesgo de los brotes. Otros estudios recientes demostraron que la vitamina D posee un impacto no sólo sobre los niveles de calcio, sino también sobre el sistema inmune; por otra parte la vitamina D tiene un comportamiento cambiante según las estaciones (la luz solar estimula su síntesis).
Por esto, los científicos se propusieron analizar los factores que influyen en los brotes de la EM según la estacionalidad. Sorpresivamente los niveles estacionales de vitamina D en nuestra población no mostraron un patrón que correlacionara plenamente con la actividad de la enfermedad en distintos meses del año. En base a ello los investigadores se abocaron a estudiar otros factores que guardaran una mejor correlación entre la luz solar y la frecuencia de exacerbaciones de la enfermedad.
“Durante los meses de invierno y otoño los días son más ‘cortos’, con menos horas de luz solar y mayor oscuridad, lo que a su vez estimula la secreción de melatonina”, agregó Correale.
Por su parte, la melatonina es una hormona secretada por la glándula pineal durante la noche y en mayor medida durante los meses con menor luz solar, otoño e invierno. Es más conocida por sus efectos para conciliar el sueño, pero también cumple otras funciones para la adaptación del cuerpo al cambio de estaciones.
“Se encontró que la melatonina puede bloquear el desarrollo de unas células conocidas como Th17, que son en gran parte responsables del daño cerebral que se produce en esta enfermedad. Además, la melatonina promueve la generación de células reguladoras o Tr1, que apaciguan la respuesta inmune y bloquean de esta manera el daño al cerebro”, explicó el doctor Mauricio Farez, también parte del equipo investigador del FLENI.
El estudio permite, entonces, ubicar a la melatonina como un nuevo factor ambiental con impacto en el curso de la EM, al tiempo que coloca a la hormona y sus análogos como promesas terapéuticas para la EM a ser estudiadas en estudios clínicos a futuro.