A los 9 años, Ian Uriel Vargas sorprende en las canchitas de los torneos infantiles mendocinos, recién dando sus primeros pasos con la casaca de Godoy Cruz Antonio Tomba. Con sus jueguitos, pasa a los chicos, pero ya no en altura. Mide menos que su hermano, dos años más chico, y que sus compañeros de la 2010, una categoría menor. Sus condiciones futbolísticas sorprenden pero también sus dificultades para crecer. Y él sueña con su ídolo, el crack de la Selección y el Barcelona. También con seguir en el Expreso cuyano o llegar a River, algún día.
Así las cosas, este pequeño luchador de la redonda, pelea también para ganar la otra batalla: la desnutrición infantil que padeció desde que estuvo en la panza de su mamá. El diagnóstico es Retraso de Crecimiento Intrauterino (RCIU), una afección en la que el bebé no logra el peso normal durante la gestación, aunque se debe esperar a que cumpla al menos los tres años para determinar el padecimiento y empezar a delinear acciones médicas. Ian mide poco más de un metro y pesa 19 kilos, prácticamente lo recomendado para un chico de seis años.
“Mi sueño es jugar en River, y me gusta mucho Messi”, contó, tímidamente, el pequeño a LA NACION. “Mi hijo ama jugar a la pelota. El quiere superarse día a día y haremos todo lo posible para lograr sus sueños, aunque vemos muchas dificultades y demasiados trámites para iniciar el tratamiento”, expresó Alejandra Sosa, junto al papá de Ian, Enrique Vargas, quienes viven en la comuna de Tunuyán, a más de 90 kilómetros de la capital provincial, y no tienen empleo formal; realizan tareas en el campo, aunque Enrique padece desde hace años una discapacidad física que le impide realizar trabajos de fuerza.
En diálogo con LA NACION, Elsa Ayub, la médica del Servicio de Endocrinología Infantil que atiende al pequeño Ian, contó acerca de la importancia del tratamiento y que se aguarda lo que disponga Nación. “Es un tratamiento con Somatotropina que le va a venir muy bien, ya que es un niño con huesos más chicos, con unos dos años de retraso óseo, por eso mientras antes se haga mejor. De ser así, tendrá unos cinco años con inyecciones diarias, hasta que se cierre su cartílago de crecimiento. Se trata de dar respuestas a niños que no crecen, por ser lentos en crecer, y algunos responden muy bien. En el caso de Ian, por sus cualidades deportivas sería una gran ayuda que pueda concretarlo”, explicó la especialista, quien reconoció que se trata de un tratamiento costoso pero que está incluido en el PMO.
De acuerdo a datos del sector farmacéutico, se estima que cada dosis que necesita inyectarse el pequeño tiene un costo de entre 2.000 y 3.500 pesos por día. Esto equivale a unos 100.000 pesos mensuales, aunque los valores también dependen de las contrataciones a gran escala que realiza el Ministerio. Actualmente, en Mendoza, en sus diferentes variantes y necesidades orgánicas, están bajo tratamiento con hormona de crecimiento unos 65 chicos, de los cuales la mitad no posee cobertura en salud. De ahí la importancia de la decisión de Nación. La práctica consiste en inyecciones diarias que se efectúan antes de irse a dormir, ya sea en brazos, piernas, abdomen o glúteos.
Desnutrición congénita
Los signos de alerta fueron percibiéndolos de a poco, hasta que las diarreas se convirtieron en permanentes. Los papás del pequeño Ian aseguran que las consultas médicas iniciales no lograban orientarlos. Recién a los cuatro años advirtieron que nada estaba bien. Fue cuando descubrieron que el niño tenía salido el intestino.
“Los médicos relacionan mis problemas de desnutrición y de genética en los huesos con lo que le pasa a Ian. Aseguran que se los transmití en el embarazo. Me dicen que gracias a Dios no ocurrió con mis otros tres hijos”, contó Alejandra, quien a pesar de reconocer las dificultades económicas para llevar un plato saludable a su mesa, siempre intentaban alimentarlo con leche y yogur “pero nos dimos cuenta que su cuerpo no resistía nada”.
Asimismo, luego de intervenciones y nuevos estudios también se determinó la presencia de celiaquía. Esto, significa además un nuevo regimen alimentario, y por ende mayores costos, difícil de afrontar. “Tenemos todos los cuidados posibles pero se nos hace cuesta arriba. Por eso, siempre es bienvenida la colaboración y agradecemos a todos, aunque se hace difícil la ayuda oficial”, contó Alejandra, quien asegura que desde el 2017 vienen tramitando una pensión, sin resultados a la vista.
Mientras, en los últimos torneitos de invierno, Ian sigue haciendo de las suyas. Los entrenadores destacan las cualidades del chico al igual que los papás más “experimentados”, como Oscar Giacomelli, un ex jugador de primera y DT de clubes mendocinos, quien tiene a uno de sus hijos como compañero de Ian. El hombre se mostró sorprendido por el juego del pequeño y apostó a que pueda lograr el tratamiento. “Es una buena oportunidad y un ejemplo para ponerse la mano en el corazón y poder darle una solución a este crack, que seguramente podremos disfrutar a futuro, por sus condiciones. Todos los deportistas de Mendoza tenemos que apoyar estos casos, sobre todo porque se trata de un niño que ama el fútbol, que viene de una familia humilde y de gran corazón”, señaló.
Así las cosas, la familia Vargas no baja los brazos, y apuesta a la solidaridad y el apoyo oficial para poder seguir soñando y darle la posibilidad a su hijo, mientras descose la pelota, de crecer como sus compañeritos, quienes se asombran, como los grandes, de las jugadas del pequeño gigante.
Fuente: La Nación
Fotos: Marcelo Aguilar