Ignorar a las personas con las que compartimos un momento para mirar el móvil aunque no haya notificaciones, aunque no vibre, aunque no suene, simplemente haciendo scroll se está convirtiendo en una actitud común
Una de las ventajas del verano es que tenemos más tiempo para quedar con amigos y hacer esos planes que llevamos atrasando todo el año. Ver un atardecer, ir a tomar una copa a un ático con vistas a la ciudad o buscar un rincón oculto, en el que disfrutar de la paz de la naturaleza. Sin embargo, en medio de todos esos momentos de paz, más que disfrutar de la compañía y de la conversación de nuestras personas queridas, seguiremos pendientes del teléfono móvil.
De hecho, ignorar a nuestros amigos para atender el móvil es una práctica con nombre propio: Phubbing. Se trata de un término que surgió en Australia en 2008 en el Mcquarie Dictonary, y que más recientemente se ha investigado en la Universidad de Kent, sobre todo para conocer por qué se ha convertido en una práctica tan extendida.
Así, se realizó una encuesta a 251 personas de entre 18 y 66 años, en la que todos afirmaron practicar el phubbing en cierta medida. Una de las conclusiones de la investigación era que se trata de una práctica de imitación. Es decir, que cuando haces phubbing a alguien, esa persona tenderá a hacértelo a ti, de manera que al final acaba por ser una forma aceptada de comunicación.
Al igual que pasamos de disfrutar de las noches de sobremesa charlando en familia, a estar callados frente al televisor, ahora estar reunidos mirando cada uno su pantalla es una nueva forma de relación social, que ha venido para quedarse. Así lo explica la socióloga experta en Social Media, Rosario Guillén. “Cuando los usos se extienden, empiezan a formar parte de nuestras costumbres. Por eso ya miramos el móvil aunque no haya notificaciones, aunque no vibre, aunque no suene, el simple gesto de mirarlo nos recuerda que ahí sigue y nos relaja”.
Respecto a la implantación de esta forma de comunicación a través de la imitación, la socióloga insiste en que es mecánico: “Yo miro mi móvil y tú aprovechas para mirar el tuyo y, al final, el tercero que considera que no es educado, lo mira también, por hacer algo mientras”.
En este sentido, la psicóloga Cristina Callao aporta por su parte que “los humanos realizamos conductas por imitación desde los primeros años de nuestras vidas”. De hecho, según la experta, “los patrones de imitación son una buena excusa para no decidir hacer algo al respecto”, es decir, que nos escudamos en que como el otro lo hace, pues yo también. Esto se debe a que “el cerebro adulto tiene la capacidad de sopesar dichas situaciones, según su escala de valores”.
Uno de los principales problemas del teléfono móvil es que no sabemos dejar esa conversación de Whatsapp para luego. Que pensamos que es más importante contestar a la persona que está al otro lado del teléfono, que al que está al otro lado de la mesa. En definitiva, nos hemos vuelto adictos a la inmediatez.
Sobre esto, Cristina Callao insiste en que es una tendencia que, de hecho, se ve en edades cada vez más tempranas. “La cuestión es que hemos pasado del uso al abuso y ya no sabemos poner límites”, aporta la experta. Así, no solo debemos contestar inmediatamente, sino que también debemos compartir nuestra rutina en el momento, y no podemos dejar esa foto o esa publicación para más tarde. “Los psicólogos hablamos de esa dependencia como adicción sin sustancia y los más complicado en estos casos es que, normalmente, el objetivo no es la abstinencia de la conducta, sino aprender a controlarla”. Una labor ardua, más si añadimos que nuestro entorno está constantemente condicionándonos con dicho estímulo, “provocando que sea mucho más difícil dosificar su uso”.
Todo esto supone, irónicamente, que vivimos menos nuestro presente, por la simple razón de que es difícil prestar atención a la vida real, cuando estamos tan pendientes de la digital. “Tenemos la atención dividía entre las personas físicas con las que estamos compartiendo un espacio y el mundo virtual, al que tenemos que atender con suma urgencia. Por ese motivo, es imposible presentar atención plena y disfrutar de ninguna de las dos cosas al completo”, lamenta Callao.
A veces miramos el móvil aunque no vibre, aunque no suene, aunque no tenga ninguna notificación…
Otro de los motivos por los que preferimos la comunicación digital es la adicción al feedback, es decir, que vivimos pendientes de conseguir “me gusta”. El motivo, según la psicóloga es que “en nuestro cerebro, concretamente en el sistema de recompensa, proporciona una satisfacción inmediata, un placer efímero al que, poco a poco, nos vamos enganchando”.
Por otra parte, también es cierto que la comunicación a distancia nos hace sentirnos más libres de expresarnos. Sobre esto, Rosario Guillén relata que “hay muchos estudios que hablan de la desinhibición de Internet”, ya que en el cara a cara es más difícil, por ejemplo, disimular que la conversación de la otra persona nos está aburriendo, mientras que en Whatsapp los emoticonos nos ayudan a fingir emociones. “También es más fácil apagar el teléfono, que levantarte y marcharte en una discusión. Lo que hacemos a través del teléfono es real, pero inconscientemente seguimos dando más valor a lo que ocurre cara a cara. La presencia física de la persona a la que nos dirigimos tiene un peso que desaparece a través del móvil”, concluye la socióloga.
Cómo evitar que afecte a nuestras relaciones
Si bien parece que el phubbing ha llegado para quedarse, queda por ver cómo gestionarlo para hacer que afecte lo menos posible a nuestras relaciones. Y es que, como puntualiza Callao “las consecuencias del phubbing son de diferente índole, pasando por el deterioro de nuestras relaciones sociales, familiares y de pareja. En los casos más graves, pasa a ser un problema de adicción cuando empieza a ocupar demasiado tiempo y ocasiona que no realicemos el resto de tareas del día a día, de una manera correcta”.
Para evitar que nos afecte, la psicóloga recuerda que “lo primero de todo es tomar consciencia de todo el tiempo que destinamos a nuestros móviles y aceptar que existe un problema”. Para contrarrestar “es necesario generar hábitos de comportamiento saludable y sistemas de control y gestión del tiempo, para conseguir el objetivo y evitar recaídas”.
Desde otra perspectiva, Rosario Guillén plantea que “se oye mucho en la calle que las nuevas generaciones no van a ser capaces de relacionarse cara a cara. Pero, seguramente, si le preguntas a un grupo de chavales que por qué no dejan el móvil y hablan con sus amigos, te dirán que ya están hablando. Sigo viendo niños jugando en los parques y amigos comiendo pipas en un banco, igual captamos ese instante y los subimos a Instagram, pero no hemos cambiado tanto como para alarmarnos”.
Sin embargo, concluye que “a veces me pregunto si aparecerán corrientes que inviten a dejar de usar las nuevas tecnologías, igual que hay hoteles sin cobertura o restaurantes donde puedes dejar tu móvil en la entrada”. No hay que olvidar que “Internet abre un espacio de oportunidades y de información, que sigue siendo digno de levantarse sorprendido por la mañana”.
Fuente: El Pais/enhorabuena