El inicio de las vacaciones de invierno fue la excusa para el lanzamiento de la Semana de la no Dulzura, “menos azúcar por más salud”, una iniciativa que pretende generar conciencia sobre la importancia de moderar el consumo de azúcar de la población, que en exceso provoca obesidad, caries dentales y aumenta el riesgo de enfermedades no transmisibles.
Se eligió el momento de receso invernal porque hay más tiempo para reeducar el paladar sobre endulzado de los chicos, charlar de alimentación, compartir ideas, cocinar en casa y hacer un esfuerzo mayor para comer mejor.
La original Semana de la Dulzura se celebra la primera semana de julio de cada año e invita a regalar golosinas a cambio de un beso. Esta tradición surgió en 1989 y hoy, 30 años más tarde, surge la iniciativa motivada por los problemas urgentes de salud pública del país y alineada con las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La intención no sólo es desincentivar el consumo de alimentos ultra-procesados, muchos de los cuales esconden azúcar, sino también promover una mejor educación alimenticia.
El país también encabeza el consumo de azúcar (con 114 gramos por día), casi tres veces lo recomendado
Según los últimos datos arrojados por la OMS, en 2016 había más de 340 millones de niños y adolescentes -de 5 a 19 años- con sobrepeso u obesidad. Asimismo, junto a la Organización Panamericana de la Salud (OPS), indican que la prevalencia de obesidad en menores de cinco años es de 6,2% (41 millones) a nivel global, con un aumento de 33% desde 2000 a 2016.
En ese contexto, la Argentina constituye un mal ejemplo en la región y presenta el mayor porcentaje de obesidad infantil en niños y niñas menores de cinco años en América Latina. Los números lo avalan: según la Base de Datos Global sobre Crecimiento Infantil y Malnutrición de la OMS, los argentinos poseen un 7,3% de prevalencia. Asimismo, según el Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (CESNI), uno de cada tres niños en edad escolar tiene sobrepeso u obesidad.
En el país, las últimas cifras disponibles resultaron de un análisis minucioso de la situación epidemiológica de los escolares en la Argentina, que da cuenta -según un estudio realizado por el Programa Nacional de Salud Escolar (PROSANE) en 2019- de las variaciones de datos antropométricos en una cohorte retrospectiva de 10.961 niños y niñas que fueron controlados en primer grado (2012) y sexto grado (2017). Los resultados mostraron que el sobrepeso aumentó de 21,1% a 26,6% y la obesidad, de 14,5% a 22,7% entre los niños, niñas y adolescentes (NNyA) argentinos.
Así las cosas, y casi como si se tratara de un fenómeno de causa-efecto, desde la Secretaría de Gobierno de Salud señalaron que sólo uno de cada cinco niños y adolescentes cubren la recomendación de actividad física diaria. Y para peor, el país también encabeza el consumo de azúcar (con 114 gramos por día), casi tres veces lo recomendado.
Consultada por Infobae, la licenciada en Nutrición María Cecilia Ponce (MN 3362), señaló que “principalmente, lo que el consumo excesivo de azúcar, ya sea en chicos o en adultos, ocasiona es un desnivel y un desequilibrio de las glucemias durante el día”. “Siempre que consumimos un azúcar refinada (una golosina por ejemplo) vamos a tener un aumento de la glucemia en sangre y por lo tanto luego un aumento en la producción de insulina -explicó la especialista en nutrigenómica e intolerancias alimentarias-. Y esto sostenido en el tiempo puede generar una insulinorresistencia, que es algo que se ve muy comúnmente en el consultorio y que genera todo un síndrome metabólico, que es muy común en la población actual”.
Más allá de consumir azúcar de por sí, el azúcar está en todos los productos industrializados y no sólo en los alimentos dulces
La nutricionista de Alcat test resaltó: “Hoy tenemos muchos pacientes con síndrome metabólico, que es un combo de hipertensión, colesterol alto en sangre, sobrepeso generalizado y más que nada obesidad a nivel central, es decir pacientes delgados pero con panza. La grasa visceral que se genera a partir del exceso de insulina que se está produciendo es altamente inflamatorio y eso es todo un síndrome que se ve mucho en la población”.
Por su parte, la médica especialista en Nutrición Mónica Katz (MN 60164) consideró: “el consumo excesivo de azúcar motivado por los padres, por el mercado, es real pero no creo en la abstinencia; genera más deseo y más consumo. Yo creo que todos los días tenés que comer la porción justa”.
“Lo que hay que intentar es reducir el consumo de azúcares agregados (no los que vienen con las frutas, los jugos naturales, la leche, etc) y esa es una tarea de todos porque creo que la obesidad infantil es un asunto de familia”, destacó la docente de la Universidad Favalor, directora de la Diplomatura en Obesidad y presidenta Sociedad Argentina de Nutrición (SAN).
Y tras destacar que la Argentina “es uno de los países con más sobrepeso y obesidad de la región y que más bebidas azucaradas consume”, Ponce sostuvo que “más allá de consumir azúcar de por sí, el azúcar está en todos los productos industrializados (especialmente en las bebidas y golosinas) y no sólo en los alimentos dulces”. “Si leemos las etiquetas la veremos presente por ejemplo en fiambres, salsas y aderezos, ya que la industria la agrega porque favorece el sabor y la adicción. Está muy presente en todos los alimentos industrializados más allá de los postres o dulces”, resaltó.
“Otro factor por el que hay que bajar el consumo de azúcar es porque ésta está muy relacionada con un proceso que se llama glicación proteica, que es una de las bases por la que nuestras células envejecen -ahondó Ponce-. Nuestras células envejecen por un montón de causas que ocurren en el organismo, como el aumento de los radicales libres entre otros, y la glicación proteica, que es la unión de las proteínas con el azúcar es un fenómeno que se produce en nuestras células con la edad y que cuánto más azúcar se consume más se produce y afecta a todos nuestros tejidos, envejeciéndolos más”.
En el marco de la presentación de la última Guía de Entornos Escolares Saludables, la directora nacional de Promoción de la Salud y Control de Enfermedades No Transmisibles, Verónica Schoj, de la Secretaría de Gobierno de Salud, advirtió que “la situación epidemiológica de sobrepeso y obesidad infantil en Argentina es muy preocupante. Es una epidemia que está creciendo y que hoy afecta a más de uno de cada tres niñas, niños y adolescentes”.
La epidemia de obesidad está creciendo en el país y hoy afecta a más de uno de cada tres niñas, niños y adolescentes
Schoj expresó que esta epidemia tiene gravísimas consecuencias no sólo sanitarias en el largo plazo ya que la obesidad no sólo es un factor de riesgo de diabetes, de cáncer, de enfermedad cardiovascular sino también, en el corto plazo, de dificultades en la inserción social de los chicos, discriminación, bullying y reducción del rendimiento escolar. “Esta guía es un conjunto de medidas para que la escuela no sea un entorno que promueva la obesidad sino que promueva hábitos saludables en alimentación y actividad física adecuada”.
Las recomendaciones de la OMS respecto al consumo de azúcar son claras: tanto en adultos como en niños, se debe reducir la ingesta de azúcares libres a menos del 10% de la ingesta calórica total. En una dieta de 2000 calorías al día, esto implica reducir el consumo de azúcares libres a menos de 50 gramos, lo que equivale a menos de 12 cucharaditas aproximadamente (más o menos dos vasos de gaseosa regular). A su vez, los organismos internacionales consideran que reducirla a un 5% (6 cucharaditas) podría tener beneficios adicionales.
Se consideran azúcares libres a todos los monosacáridos (como la glucosa, la fructosa y la galactosa) y los disacáridos (como la sacarosa o azúcar de mesa) que la industria, los cocineros o los consumidores agregan a los alimentos. Se incluyen los azúcares presentes de forma natural en la miel, los jarabes, los jugos de fruta y los concentrados de jugo de fruta pero no los intrínsecos en frutas y verduras.
Fuente: Infobae