Por Sarah Romero
Según una nueva investigación, publicada en la revista PNAS, el cerebro humano realmente tiene hambre de información, y este hambre puede traducirse en comportamientos poco saludables dado que ahora tenemos acceso ilimitado a información completamente aleatoria.
¿La curiosidad mató al gato?
Aunque no exactamente en el sentido que este dicho nos da a entender, la compulsión actual de buscar información continuamente puede tener efectos negativos.
A medida que nos desplazamos con avidez a través de las redes sociales o examinamos artículos aleatorios y pequeños sobre nada en particular, podemos estar alimentando el equivalente de calorías vacías a nuestro cerebro.
En el estudio, dos investigadores, del Instituto de Neurociencia Helen Wills y la Escuela de Negocios Haas, en la Universidad de California, Berkeley (EE. UU.), encontraron que la búsqueda de información accede al mismo código neuronal que la búsqueda de dinero.
“Para el cerebro, la información es su propia recompensa, más allá de si es útil”, afirma Ming Hsu, coautor del trabajo. “Y al igual que a nuestros cerebros les gustan las calorías vacías de la comida basura, pueden sobrevalorar la información que nos hace sentir bien pero que puede no ser útil, lo que algunos pueden llamar curiosidad ociosa”.
El trabajo trató de responder dos preguntas: ¿podemos reconciliar los puntos de vista económicos y psicológicos de la curiosidad o, por qué la gente busca información? Y, ¿cómo se ve la curiosidad dentro del cerebro?”.
Para este propósito, los investigadores comenzaron realizando exploraciones funcionales de MRI (fMRI) a un grupo de voluntarios mientras estos jugaban a un juego en el que tenían que evaluar una serie de loterías y luego tomar una decisión, decidir cuánto dinero querían invertir para descubrir más información sobre las probabilidades de ganar.
Algunas ofrecían información más valiosa, mientras que otras contenían muy poca información. La mayoría de los participantes hizo elecciones lógicas, considerando el valor económico de la información en cada una, esto es, con un valor referido a la cantidad de dinero que la información dada podría ayudarles a ganar en el juego.
Sin embargo, hubo una trampa. Cuando había más en juego, la curiosidad de los participantes sobre la información aumentaba, incluso cuando esa información no era útil para tomar decisiones de juego.
Basados en esta observación, los investigadores pensaron que el comportamiento de los jugadores probablemente se explicaba por una combinación de motivación económica e impulsos psicológicos (estimulados por la curiosidad). Así, sospecharon que las personas buscan información no solo porque tiene valor y pueden aportar beneficios, sino también porque simplemente queremos saber, sin importar si tenemos la intención de usar la información o si es útil en absoluto. En el núcleo de todo esto se encuentra la emoción de la anticipación, señalan los dos autores. “La anticipación sirve para amplificar cómo de bueno o malo parece algo, y la anticipación de una recompensa más placentera hace que la información parezca aún más valiosa“, explica Hsu.
La sobrecarga de información es como la comida basura
Cuando los investigadores analizaron los escaneos de resonancia magnética nuclear, vieron que el acceso a la información durante el juego de juego activaba el cuerpo estriado y la corteza prefrontal ventromedial, dos regiones involucradas en el circuito de recompensa del cerebro.
Estas áreas también responden al dinero, los alimentos y las drogas recreativas, y producen dopamina, una hormona y mensajero químico que desempeña un papel clave en la dirección de la motivación.
Los investigadores también encontraron que el cerebro parecía usar el mismo tipo de “código” neuronal cuando respondía a cantidades de dinero e información sobre las probabilidades de ganar en el juego.
“Pudimos demostrar por primera vez la existencia de un código neuronal común para la información y el dinero, que abre la puerta a una serie de preguntas interesantes sobre cómo las personas consumen y, en ocasiones, consumen en exceso la información”, dice Hsu.
El hecho de que exista un código común para el valor monetario y la información y que active las regiones cerebrales involucradas en el ciclo de recompensa podría significar que las personas podrían en realidad volverse adictas a la información. Esto podría tener implicaciones en cuanto a por qué consumimos en exceso la información, por ejemplo, cuando no podemos dejar de revisar las notificaciones de nuestros móviles.
“La forma en que nuestros cerebros responden a la anticipación de una recompensa placentera es una razón importante por la que las personas son susceptibles de hacer clic”, señala Hsu.
Mientras que, a lo largo del pasado, la raza humana buscó con avidez información para maximizar las probabilidades de supervivencia, el acceso fácil a información inútil puede llevar a una sobrecarga.
Fuente: Muy Interesante