En los suburbios de Washington muchos buscan proteger la biodiversidad y plantan especies nativas. Sus patios son visitados hasta por ciervos.
A Jim le interesaba crear un espacio que de cobijo a diversas especies, como parte de su forma de concebir la jardinería “es muy importante intentar preservar los insectos”, especialmente los polinizadores , para trabajar con ellos “y no contra ellos”-
A unas pocas cuadras en el mismo barrio vive Anna Burger, una empleada de un sindicado ahora jubilada que cada mañana se despierta con una sinfonía de cantos de pájaros. A su jardín también acuden mariposas, ardillas y ocasionalmente ciervos que visitan la propiedad.
“Nosotros sabíamos que poner químicos en el césped para que se viera más verde era un proceso inútil y que no era bueno para los niños que juegan ni para el medioambiente”, contó a la AFP.
Anna y su marido compraron la casa en la década de 1990 y desde entonces intentan asegurarse de que siempre haya fuentes de agua y de comida. “Los árboles no son los más coloridos, pero tienen buenas bayas”, dijo.
En este barrio progresista el movimiento que aboga por “asilvestrar” los jardines gana adeptos frente a las casas típicas de los suburbios con el césped cortado a la perfección.
No hay definiciones precisas, pero el concepto de intervenir menos y celebrar que la naturaleza siga su curso comenzó a popularizarse con el libro “Noah’s Garden” (El jardín de Noé) publicado por Sara Stein en 1993, que se convirtió en una biblia para el movimiento.
En la ciudad de Baltimore, a 60 unos kilómetros al norte de Washington, el biólogo Chris Swan estudia los ecosistemas en espacios urbanos de este puerto en decadencia donde abundan los terrenos baldíos.
Por un lado, “hay una tendencia de abandonar esta tradición estadounidense de podar el jardín y de tener un césped y dejar que la naturaleza siga su curso”, contó este experto en ecología de la Universidad de Maryland. Pero, “cuando algo supera los tres pies (90 cm), la gente se empieza a sentir incómoda, les gusta que luzca prolijo”, aclaró.
Más allá de los suburbios acomodados, Swan explicó que asilvestrar paisajes urbanos puede tener efectos transformadores dentro de las ciudades. Entre 2014 y 2018 el biólogo inició un experimento en los 17.000 terrenos baldíos de la ciudad, donde casas abandonadas tuvieron que ser demolidas por seguridad. En estos espacios plantó especies nativas para ver su desempeño y pese a la pobreza del suelo contaminado por los escombros. Junto a sus colegas, quedó maravillado por las praderas que brotaron con especies de plantas como la echinacea purpurea.
Finalmente tuvo que abandonar el proyecto en los terrenos baldíos y ahora está centrado en su laboratorio al aire libre, pero Swan sigue entusiasmado por el potencial de las investigaciones.
“Cuando uno no poda hay más polinizadores y también más riqueza en términos de especies y de la diversidad de especies”, explicó a la AFPdesde el campus de la Universidad de Maryland.
El ser humano, por su parte, también se vio beneficiado. Según un estudio publicado por la revista científica PNAS el año pasado después de un proyecto de vegetalizar lotes vacíos en Filadelfia, hubo una caída del 30% de la violencia por armas de fuego. Otro estudio realizado en 2018 por el Diario de la Asociación de Medicina Estadounidense reveló que los problemas de salud mental reportados por los propios pacientes bajaron en un 60% en comparación al grupo control. “Estar cerca de estos espacios contribuye al bienestar de la comunidad”, concluyó Swan.
Fuente: Ambito